Ensayo de una lógica de goma. Clase 22 Seminario 4. Jacques Lacan.

El padre en la nevera. La gavilla y la hoz La metáfora paterna. La madre desdoblada. Una paternidad imaginaria.

El año avanza y Juanito, esperémoslo, toca a su fin.

Conviene que les recuerde en el umbral de esta lección que este año nos habíamos dado como objetivo la revisión de la noción de relación de objeto.

No me parece inútil tomar por un instante un poco de distancia, con tal de mostrarles, … cierto efecto de desmistificación que como ustedes saben me importa mucho en materia de análisis.

Hay, me parece, un mínimo exigible en la formulación analítica, y es darse cuenta de esto.

Sin duda, el hombre algo tiene que ver con sus instintos —instintos en los que yo creo, digan lo que digan, incluido el instinto de muerte. Pero, no obstante, la aportación del psicoanálisis nos permite prever que las cosas no pueden resumirse en una fórmula tan simple, tan simplona, como esa a la que vemos sumarse por lo común a los analistas, o sea que finalmente todo se resuelve cuando las relaciones del sujeto con su semejante son, como suele decirse, relaciones de persona a persona y no relaciones con un objeto.

No porque haya tratado de mostrarles aquí la relación de objeto en su complejidad real rechazo la expresión de relación de objeto. ¿Por qué no habría de ser nuestro semejante, con toda validez, un objeto?

En verdad, el análisis nos muestra que por lo común es todavía mucho menos que un objeto. Es algo que ocupa su lugar de significante en el interior de nuestra interrogación, [¿Qué es una neurosis?]

El objeto es siempre una reconquista.

Un objeto, no es algo tan simple, no es algo tan simple… Un objeto es siempre una reconquista. Solo si recupera un lugar que primero ha deshabitado, el hombre puede alcanzar lo que impropiamente llaman su propia totalidad.

Fundamento de la relación interhumana.

Si algo nos ha enseñado la experiencia analítica, es que toda relación interhumana se basa en una investidura proveniente en efecto del Otro. Este Otro está ya en nosotros bajo la forma del inconsciente, pero en nuestro propio desarrollo no se puede realizar nada, salvo a través de una constelación que implica al Otro absoluto como sede de la palabra.

Sentido del complejo de Edipo.

Si el complejo de Edipo tiene sentido es precisamente porque plantea como fundamento de nuestra instalación entre lo real y lo simbólico, así como de nuestro progreso, la existencia de aquel que tiene la palabra, de aquel que puede hablar, del padre.

Por decirlo todo, lo concrete en una función que en sí misma es problemática. La pregunta, ¿qué es el padre? está planteada en el centro de la experiencia analítica como eternamente irresuelta, al menos para nosotros, analistas.

En este punto quiero seguir hoy con el problema de Juanito, para mostrarles donde se sitúa el con respecto a lo que el padre es y no es.

El caso de Juanito (continuación)

Empezaré advirtiéndoles que el único lugar desde donde pueda responderse de forma plena y válida a la pregunta por el padre es una determinada tradición.

Si el padre ha de encontrar en algún lugar su síntesis, su sentido pleno, es en una tradición que se llama la tradición religiosa [judeocristiana].

La relación de objeto tal como se establece en la literatura analítica y en la doctrina freudiana gira alrededor de esta noción de la privación, de la que partí este año.

Esta noción es central para comprender que todo el progreso de la integración del hombre y de la mujer a su propio sexo exige el reconocimiento de una privación.

Privación que debe asumir uno de los dos sexos —en cuanto al otro, privación que se debe asumir igualmente para asumir plenamente el propio sexo. En suma, envidia del pene [Penisneid] por una parte, complejo de castración por la otra.

Todo coincide con la experiencia más inmediata… La supuesta armonía preestablecida entre el hombre y la mujer, que como muy vemos, sin embargo, es un fracaso perpetuo en su experiencia cotidiana.

Si le debemos algún progreso al análisis, es precisamente en el plano de lo que debemos llamar por su nombre —el erotismo.

En este plano, es donde se elucidan efectivamente las relaciones entre los sexos, como encaminadas a dar una respuesta a la pregunta planteada a propósito de su sexo por el sujeto.

Para tener una perspectiva salubre sobre el progreso de nuestra investigación, hay que darse cuenta de que en la relación del hombre y la mujer queda siempre abierta una brecha [hiancia].

La metáfora paterna.

Cualquier introducción, por así decirlo, de la función paterna nos parece que es, para el sujeto, del orden de una experiencia metafórica. Se lo voy a ilustrar recordándoles bajo que rubrica introduje, el año pasado, la metáfora.

La metáfora es aquella función que procede empleando la cadena significante, …  sino en su dimensión de sustitución. [la metonimia es la dimensión conectiva]

El año pasado me impuse buscar, … en el diccionario Qullet, de donde tomé el primer ejemplo que da, a saber, el verso de Hugo —Su gavilla no era avara ni tenía odio.

¿Qué es una metáfora?

¿Entre que y que se produce la creación metaforica

Entre lo que se expresa en el termino su gavilla, y aquél otro a quien su gavilla sustituye, es decir, a ese señor llamado Booz.

La gavilla ha ocupado su lugar, ese lugar donde Booz, en plan un poco acaparador, se ve provisto ya de sus cualidades de no ser avaro y no tener odio, tras quedar desembarazado de algunas virtudes negativas.

Este es el lugar que viene a ocupar la gavilla y, por un instante, literalmente, lo anula.

Encontramos aquí de nuevo el esquema del símbolo como muerte de la cosa.

En este caso, aún es mucho mejor —el nombre del personaje queda abolido y su gavilla es lo que lo sustituye.

Así es, no conoce ni la avaricia ni el odio, es pura y simplemente fecundidad natural.

Esto, precisamente, tiene su sentido en el texto que sigue. De lo que se trata en el poema es, en efecto, de anunciar, o de hacer anunciar a Booz, el sueño que vendrá a continuación —que a pesar de su avanzada edad, como el mismo dice, ochenta años, pronto va a ser padre, o sea que de él y de su vientre sale aquel gran árbol a cuyo pie cantaba un rey, dice el texto, y en su copa moría un Dios.

Toda creación de un nuevo sentido en la cultura humana es esencialmente metafórica.

Se trata de una sustitución que mantiene al mismo tiempo eso que sustituye. En la tensión entre lo suprimido y aquello que lo sustituye, pasa esa dimensión nueva que de forma tan visible introduce la improvisación poética. Tal dimensión nueva, manifiestamente encarnada en el mito booziano, es la función de la paternidad.

Formulación significante.

Nuestro Juanito, en la creación, el desarrollo y la resolución de su fobia, sólo puede escribirse correctamente como ecuación a partir de los términos que acabamos de aislar.

En el complejo de Edipo tenemos el lugar x, donde se encuentra el niño con todos sus problemas con respecto a la madre, M. En la medida en que se haya producido algo que haya constituido la metáfora paterna, podrá introducirse aquel elemento significante, esencial en todo desarrollo individual, llamado el complejo de castración, y ello tanto en el hombre como en la mujer.

Por lo tanto, debemos plantear la siguiente ecuación:

P es la metáfora paterna.

x está más o menos debilitada [suprimida] según los casos, es decir, según el momento del desarrollo y los problemas respecto de la madre, M, a los que el período preedípico ha conducido al niño.

Con esta especie de S tumbada ~ escribimos el vínculo de la metáfora edípica con la fase, esencial para todo concepto del objeto, constituida por esa C invertida, que representa la hoz del complejo de castración, más la significación, s, es decir, aquello en lo que el ser se encuentra y la x encuentra su solución.

Esta fórmula sitúa el momento esencial del franqueamiento del Edipo. Le da su lugar a lo que encontramos en el caso de Juanito, es decir, como les he explicado, el problema insoluble planteado por el hecho de que la madre sea algo tan complicado como esta fórmula, con todas las complicaciones que supone:

Esto, que se ha de leer Madre más Falo más A, de Ana, designa el callejón sin salida donde se encuentra Juanito:

—No puede salir de él porque no hay padre, no hay nada para metaforizar sus relaciones con su madre.

Por decirlo todo, no hay una salida por el lado de la hoz, de la C mayúscula del complejo de castración, no existe la posibilidad de una mediación, es decir, de perder y luego recuperar el pene.

En el otro lado de la ecuación, Juanito no encuentra más que la posible mordedura de la madre, la misma con la que él se precipita golosamente sobre la madre, porque le falta. No hay ninguna otra relación con la madre, salvo esta que destaca toda la teoría actual del análisis, o sea la relación de devoración.

Como ha llegado a tal callejón sin salida, no conoce otra relación con lo real, sino esta que suele llamarse, con o sin razón, sádico-oral.

Esto es lo que escribo m, añadiendo todo lo que para él es lo real, en particular ese real que acaba de surgir y no deja de complicar la situación, a saber P. su propio pene. Esto se resume en la fórmula siguiente—

Dado que así es como se le presenta el problema a Juanito, resulta necesaria la introducción, porque no hay ningún otro, de ese elemento de mediación metafórica que es el caballo, anotado como ‘I, a lo bruto. La instauración de la fobia se escribe por lo tanto con la misma fórmula que les he dado hace un momento:

 

De todos modos, esta fórmula, equivalente a la metáfora paterna, no resuelve el problema de la mordedura, que constituye para Juanito el peligro principal de toda su realidad, especialmente esa que acaba de surgir, o sea su realidad genital.

Estas fórmulas pueden parecerles artificiales. En absoluto, no lo crean. Primero sírvanse de ellas y luego verán si eso puede resultarles útil. Puedo mostrarles mil aspectos en los que son inmediatamente aplicables.

[En cuanto a la formalización significante], nadie ha aportado ninguna más satisfactoria.

[Freud] articula plenamente que el caballo es un objeto que sustituye a todas las imágenes y todas las significaciones confusas alrededor de las cuales la angustia del sujeto no llega a decantarse.

Hace de él un objeto casi arbitrario, y por eso lo llama una señal, la cual permitirá, en este campo de confusiones, definir límites que, si bien son arbitrarios, aun así introducen el elemento de delimitación que hace posible esbozar un orden, primer cristal de una cristalización organizada entre lo simbólico y lo real.

Esto es sin duda lo que se produce a lo largo del progreso del análisis de Juan, Si es que se puede llamar análisis, en el sentido pleno del término, lo que ocurre en esta observación.

Los psicoanalistas no parecen haber entendido muy bien todavía, al menos si leemos al Sr. Jones, que Freud planteo algunas reservas sobre el caso, diciendo que era excepcional, porque lo había conducido el propio padre del niño, eso sí, bajo su dirección.

En consecuencia, confiaba muy poco en la posible extensión de este método.

Los analistas parecen sorprenderse de tanta timidez en Freud.

Más les valdría examinar la cuestión con mayor detenimiento. Así es, … el hecho de que el análisis lo llevara a cabo el padre, presenta características especiales que excluyen, al menos parcialmente, la dimensión propiamente transferencial.

Es demasiado evidente que, en todo análisis de un niño practicado por un analista, hay verdaderamente transferencia, tan sencillamente como la hay en el adulto y mejor que en ninguna otra parte. En este caso se trata de algo un poco particular, cuyas consecuencias nos veremos llevados a mostrar a continuación.

De cualquier forma, esta formula permite escandir [puntuar] de la forma más rigurosa todo el progreso de la intervención paterna.

El caso de Juanito nos muestra en su desarrollo las transformaciones de esta ecuación cuyas posibilidades de progreso, más su riqueza metafórica implícita, se han manifestado con la mayor rapidez posible.

Hoy me contentaré con indicarles su término último y extremo, escrito en la misma formalización. Ya les he dicho lo suficiente como para que puedan concebir su importancia.

Lo que vemos al final, es con toda seguridad una solución que instaura a Juanito en un registro de las relaciones objetales que resulta vivible. ¿Está plenamente conseguido desde el punto de vista de la integración edípica? Antes de estudiarlo más de cerca la próxima vez, vamos a ver inmediatamente en qué sentido lo está y en qué sentido no lo está.

Si leemos el texto en el que Juanito fórmula su posición al final, nos dice —Ahora yo soy el papá, der Vatti. No tenemos necesidad de preguntarnos como se le ha podido ocurrir semejante idea —con un padre a quien ha tratado de estimular a lo largo de toda la observación, suplicándole —Haz tu trabajo de padre.

El último fantasma, tan bello, con el padre, nos lo muestra consiguiendo por los pelos alcanzarle en el andén de la estación, mientras que Juanito ya se ha largado hace rato, y se ha ido ¿con quién? Como por casualidad, con la abuela.

Lo primero que le pregunta el padre es:

—¿Y ahora qué harías en mi lugar si fueras el padre?
—Oh, es muy fácil, te llevaría todos los domingos a ver a la abuela
. No ha cambiado nada en la relación entre el hijo y el padre. Por lo tanto, puede presumirse que aquí no hay una realización completamente típica del complejo de Edipo.

Así es, lo vemos enseguida si sabemos leer el texto. Todos los vínculos con el padre están lejos de haberse roto, incluso quedan fuertemente anudados con toda esta experiencia analítica, pero como muy bien dice Juanito, ahora tú serás el abuelo. Lo dice, pero ¿en qué momento? Lean bien el texto —cuando empieza diciendo que el es el padre.

Freud no se equivoca cuando subraya, con una satisfacción que no nos deja del todo tranquilos, ni mucho menos, que la cuestión del Edipo ha sido resuelta de forma muy elegante por este pequeño hombrecito, convertido así en esposo de su madre tras mandar al padre de vuelta con la abuela.

Digamos que es una forma elegante, incluso humorística, de eludir la cuestión. Pero nada, en todo lo que escribe Freud, nos indica por ahora que pueda considerarse esta solución, por muy evidente que pueda parecer, como una solución típica del complejo de Edipo.

Vemos claramente, por parte de Juanito, una elaboración que mantiene cierta continuidad en el orden de los linajes. Si no se hubiera llegado al menos hasta ahí, Juanito no hubiera resuelto nada de nada y la función de la fobia hubiera sido nula.

En la medida en que se concibe a sí mismo como el padre, Juanito es función de algo que se escribe aproximadamente como sigue:

Se trata de la madre y la abuela. La madre, al final del proceso, se desdobla. Este es un punto muy importante, que le permite al niño encontrar un equilibrio con tres patas, base mínima para establecer la relación con el objeto. El tercero que no ha encontrado en su padre, lo encuentra en la abuela, cuyo valor decisivo, aplastante incluso, en las relaciones de objeto, ha captado perfectamente bien.

Precisamente porque detrás de la madre el añade otra, Juanito, por su parte, se instaura en una paternidad. ¿Qué clase de paternidad? Una paternidad imaginaria.

A partir de este momento, ¿Qué dice Juanito? ¿Quién tendrá hijos? El lo dice muy claro. Pero cuando su padre mete la pata y le pregunta

—¿Es con mamá con quien vas a tener hijos?
—¿Qué va!,
le responde Juanito,
—¿Qué quieres decir con todo eso?
—Me dijiste que el padre no puede tener hijos él sólo y ahora quieres que yo los tenga.

Este momento tan chocante de oscilación en el diálogo muestra el carácter reprimido de todo lo referente a la creación paterna, porque desde ese instante, por el contrario, dice que va a tener hijos —pero serán hijos imaginarios.

La función paterna que el niño asume es imaginaria. Juan sustituye a la madre y tiene niños tal como ella los tiene. Se ocupara de sus hijos imaginarios de la misma manera como consiguió resolver por completo la noción de niño, incluida la de la pequeña Ana.

¿En que consiste todo su fantasma sobre la caja, la cigüeña y Ana, que existía mucho antes de haber nacido? En imaginarizar a su hermana, en fantasmatizarla. Así que tendrá hijos imaginarios. Se convertirá en un personaje esencialmente poeta, creador en el orden imaginario.

A la última forma de sus creaciones imaginarias le da el nombre de Lodi. Su padre está muy interesado:

¿Qué significa esta Lodi?
¿Es chocolodi?
—No, es saffalodi.

En efecto, saffaladi significa salchichita.

El carácter faliforme de la imagen indica claramente la transmutación imaginaria operada en ese falo no devuelto y a la vez eternamente imaginado por la madre. Al final lo encontramos reproducido bajo la forma de la pequeña Lodi.

La mujer nunca será para él más que el fantasma de esas pequeñas hermanas-hijas en torno a las cuales habrá girado toda su crisis infantil. No será del todo un fetiche, porque por otra parte será, si me permiten, el verdadero fetiche.

Juanito no se habrá detenido en lo inscrito sobre el velo, habrá encontrado la forma heterosexual típica de su objeto, lo cual no impide que en adelante y para siempre, sin lugar a dudas, su relación con las mujeres está marcada por esta génesis narcisista en la que se fue situando en ortoposición con respecto al partener femenino.

Por decirlo todo, el partener femenino no se habrá engendrado a partir de la madre, sino a partir de los hijos imaginarios que él puede hacerle a la madre, herederos a su vez de ese falo alrededor del cual ha girado todo el juego primitivo de la relación de amor, de captación del amor, con la madre.

La formulación significante [continuación]

Si nos orientamos en nuestra ecuación, tenemos pues al final, por una parte, la afirmación de la relación de Juan, como nuevo padre, como Vatti, con un linaje materno, y por otra parte, la pequeña Ana montada en el caballo y que adquiere posición de dominio con respecto a toda la expedición, todo el carro, todo lo que acarrea la madre tras ella

Asíes, es por mediación de Ana como Juanito consigue dominar a la madre, no simplemente darle con la fusta sino, como nos muestra la continuación de la historia, ver lo que tenía en la barriga. Una vez extraída la navajita castradora, resulta mucho más inofensiva.

Tal es la fórmula, opuesta a la anterior, que marca el punto de llegada de la transformación de Juanito.

Seguramente tendrá toda la apariencia de un heterosexual normal. Sin embargo, el camino que habrá recorrido en el Edipo para llegar hasta ahí es un camino atípico, vinculado con la carencia del padre. Tal vez les sorprenda a ustedes que esta sea tan grande, pero la línea de la observación nos muestra constantemente los desfallecimientos del padre y sus carencias, subrayados en todo momento por la llamada del propio Juanito. Así, no tiene nada de sorprendente que la carencia paterna marque la resolución de la fobia con una atipia terminal.

Sólo quiero que se fijen en estos dos extremos y admitan que es concebible articular la transformación de uno a otro a través de una serie de etapas.

La lógica de goma.

Sin duda, en esto es conveniente no ser demasiado sistemático. Esta clase de lógica es nueva. Si tiene alguna continuación, tal vez deba ser simplemente introducir cierto número de cuestiones referentes a su formalismo. ¿Tiene las mismas leyes que lo que se ha formalizado en otros dominios de la lógica?

Freud ya empezó en la Traumdeutung a decirnos algo de la lógica del inconsciente, dicho de otra manera, de los significantes en el inconsciente. Desde luego, no es la misma que nuestra lógica habitual.

Una cuarta parte, por lo menos, de la Traumdeutung está consagrada a mostrar como cierto número de articulaciones lógicas esenciales, el o lo uno o lo otro, la contradicción, la causalidad, pueden trasladarse al orden del inconsciente.

Esta lógica se puede distinguir de nuestra lógica habitual. Así como la topología es una geometría de goma, en este caso se trata también de una lógica de goma.

De goma no quiere decir que todo sea posible. Dos anillos enlazados uno con otro, aunque sean de goma, hasta nueva orden nada nos autoriza a separarlos. Esto es para decirles que la lógica de goma no está condenada a una libertad complete. Exige cierto número de definiciones de términos, que será necesario establecer.

Resolución de la fobia de Juanito.

En suma, en la resolución de la fobia de Juanito se presenta determinada configuración, que es esta. A pesar de la presencia, la insistencia incluso, de la acción paterna, Juanito se inscribe en una especie de linaje matriarcal o, por decirlo más simplemente, incluso de forma más estricta, de duplicación materna, como si fuera necesario un tercer personaje y, a falta de que lo haya sido el padre, lo es la famosa abuela.

Por otra parte, ¿Qué pone a Juanito en relación con el objeto que de ahora en adelante será el objeto de sus deseos? Como ya he subrayado, en la anamnesis encontramos el testimonio de algo que lo vincula con Gmunden, con su hermana, con las niñas, es decir, con los niños, como hijas de su madre, pero también sus propias hijas, sus hijas imaginarias.

Esta estructura originalmente narcisista de sus relaciones con la mujer está indicada en el resultado, el punto de llegada, de la solución de su fobia. ¿Qué huellas quedaran del paso por la fobia? Algo muy curioso —el corderito, aquél con el que se entrega a juegos muy particulares, como hacerse derribar por él.

Un día trato de poner a su hermana a caballo encima de ese corderito. En esta posición se encuentra, sobre el caballo, en el fantasma de la caja grande, última etapa antes de la resolución de la fobia.

La hermana ha tenido que dominarlo para que él, Juanito, pueda tratar al caballo como se merece, o sea zurrarlo. En este momento se confirma la equivalencia entre el caballo y la madre —golpear al caballo es también golpear a su madre. La hermanita montada en el corderito, esta es pues la configuración que queda al final.

 

 

 

 

 

 

 

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