Transformaciones. Clase 20 Seminario 4. Jacques Lacan.

El phallus dentatus Descarga del significante. La angustia del movimiento. Caer y morder.

Niños bañándose.

Oh ciudades del mar, veo a vuestros ciudadanos, hombres y
mujeres, con los brazos y las piernas fuertemente atados con
sólidas amarras por gentes que no entenderán vuestro
lenguaje, y sólo entre vosotros podréis exhalar, con quejas
llenas de lágrimas, vuestro dolor y la añoranza por la libertad
perdida. Porque quienes os han de atar no entenderán
vuestro lenguaje, como vosotros tampoco los entenderéis.

Este pequeño pasaje que saqué hace algunos meses de los Cuadernos de notas de Leonardo da Vinci y luego olvidé por completo, me parece adecuado para introducir nuestra lección de hoy.

Este párrafo, bastante grandioso, sólo debe entenderse, por supuesto, a título de alusión.

Hoy proseguiremos nuestra lectura de la observación de Juanito, tratando de entender la lengua en la que él se expresa.

El caso de Juanito.

La última vez les indiqué cierto número de etapas del desarrollo del significante. Su centro enigmático es el significante del caballo incluido en la fobia, cuya función es la de un cristal en una solución sobresaturada.

Así es, alrededor de este significante irá extendiéndose, como una especie de inmensa arborescencia, el desarrollo mítico en que consiste la historia de Juanito.

Ahora se trata, por así decirlo, de sumergir este árbol en lo que ha vivido Juanito, de ver cuál ha sido el papel de este árbol en lo que ha sido el progreso del niño. Y quiero indicarles enseguida a que apunta el balance que vamos a hacer.

Puesto que se trata aquí de la relación de objeto considerada desde el punto de vista de su progreso durante el tiempo en el cual Juanito vive su Edípo, digamos que nada en la observación nos indica que debamos considerar sus resultados plenamente satisfactorios.

Si la observación acentúa algo al comienzo, es ese no sé qué podía llamarse la madurez precoz de Juanito.

En otras palabras, como se subraya en la observación, la forma en que Juanito vive sus relaciones con las niñas tiene ya todas las características de una relación avanzada No diremos que sea adulta, pero podemos reconocer en ella una analogía bastante brillante, aunque, por decirlo todo, el propio Freud nos lo presenta como una especie de feliz seductor, incluso un seductor tiránico y donjuanesco.

Este término complejo que lance aquí una vez para gran escándalo de algunos, se encuentra del todo caracterizado en la actitud precoz de Juanito, que indica la entrada del sujeto en una especie de feliz adaptación a un contexto real.

¿Qué vemos, por el contrario, al final de la observación?

Al final, hay que reconocerlo, nos encontramos con las mismas niñas instaladas en el mundo interior de Juanito. Pero si leen ustedes la observación, no podrán evitar sorprenderse de hasta qué punto no sólo son mucho más imaginarias, sino verdaderamente, radicalmente imaginarias. Ahora se trata de fantasmas con los que Juanito se entretiene.

La relación que mantiene con ellas ha cambiado ostensiblemente —son más bien sus hijas.

Si aquí es donde hay que ver la matriz dejada por la solución de la crisis de la futura relación de Juanito con las mujeres, podemos decir que, desde un punto de vista superficial, el resultado de la heterosexualidad de Juanito está suficientemente afianzado, pero esas niñas seguirán marcadas por el estigma de su forma de entrada en la estructura libidinal. Ya veremos que el mismo había detalladamente de como entraron.

El futuro narcisista de Juanito.

El estilo narcisista de su posición con respecto a Juanito es irrefutable, …

Sin duda, Juanito amará a las mujeres, pero en su caso seguirán fundamentalmente vinculadas con una especie de puesta a prueba de su poder. Por eso mismo precisamente todo nos indica que nunca dejará de temerlas. Por así decirlo, ellas serán sus dueñas. Serán las hijas de su mente y, como verán, arrebatadas a la madre.

Todo esto es para indicarles cual es el interés de tal investigación. Para confirmarlo, naturalmente, tenemos que seguir nuestro recorrido.

Puesto que hemos tomado como punto de referencia la estructuración significante del mito de Juanito, necesitamos situar con respecto a ella las distintas etapas de su progreso.

  1. puesto que habíamos de relación de objeto,

—¿cuáles son, entre los distintos tiempos de la formación psíquica significante, los objetos que pasan sucesivamente a ocupar el primer plano del interés de Juanito?
— ¿Cuáles son los progresos que, correlativamente, se producen en el significado durante este período particularmente activo y fecundo, durante el cual la relación de Juanito con su mundo conoce una especie de renovación o de revolución?
—¿Podremos captar lo que, paralelamente, van escandiendo esas sucesivas cristalizaciones que se presentan en forma de fantasmas?

Se trata, sin duda, de las sucesivas cristalizaciones de una configuración significante.

Entre el 1 de marzo y el 5 de abril, se trata esencialmente, únicamente, del falo.

A propósito del falo, el padre le sugiere la motivación de su fobia, diciéndole que la fobia ocurre porque el se toca, se masturba.

El padre va más lejos, llega a sugerirle la equivalencia de lo que teme, de la fobia, con este falo, hasta el punto de ganarse una réplica por parte de Juanito, en el sentido de que un Hacepipi  —término con el cual se inscribe el falo en el vocabulario de Juanito —no muerde.

Sí, un falo, en eso que muerde y hiere, se trata de un falo. Tanto es así, que alguien que no es psicoanalista a quien hice leer la observación de Juanito, alguien que es un mitólogo, … me decía que es chocante ver, como subyacente de algún modo a todo el desarrollo de la observación, cierta función, no se sabe bien cual, no de vagina dentata, sino de phallus dentatus.

El falo real.

Así, cuando el padre le había a Juan del falo, le había de hecho de su pene real, de ese que él se toca. No va desencaminado, desde luego, porque la aparición, en este joven sujeto, de la posibilidad de la erección y de todas las emociones nuevas que le supone, cambio indiscutiblemente el equilibrio profundo de todas sus relaciones con lo que constituye en ese momento el punto estable, el punto fijo, el punto omnipotente de su mundo, o sea la madre.

El falo imaginario.

Por otra parte, ¿qué juega el papel principal en el hecho de que, de pronto, aparezca esa profunda angustia que todo lo conmueve? —tanto, que cualquier otra cosa es preferible, incluso forjar una imagen angustiante y en sí misma cerrada, la del caballo, que al menos, en el centro de la angustia, marca un límite, un punto de referencia.

¿Qué es lo que, en esta imagen, le abre la puerta al ataque, a la mordedura?

Es otro falo, el falo imaginario de la madre.

Continuación.

La primera parte de la observación, después de la cual comienza la fobia, termina en un fantasma.

El fantasma, solo lo es en el límite, porque es un sueño, construido sobre el modelo de un juego de prendas, en el que un niño esconde una prenda en la mano, y el que declare ser su propietario es condenado a hacer algo. A Juan se le concede el derecho a que una niña lo ponga a hacer pipí.

Freud subraya que se trata de un sueño puramente auditivo, sin elemento visual, aunque se refiere al juego de mostrar o de ver que está en la base de la relación escopofílica inicial con las niñas. El juego ¿Está? ¿No está? ha pasado al símbolo, a la palabra. El elemento hablado ya se revela aquí como predominante.

Otro intento de introducir en Juanito el falo real, y la predominancia del falo imaginario.

Durante este primer período, toda tentativa del padre de introducir la realidad del pene con la indicación de como conviene usarlo, es decir, que no se ha de tocar, lleva a Juanito, con un rigor automático, a poner en primer plano los temas del juego. Por ejemplo, sale enseguida con este fantasma, que estaba con su madre desnuda en camisón.

El padre le pregunta —Pero ¿estaba desnuda, o en camisón? Juanito ni se inmuta — Llevaba un camisón tan corto que podía verla toda desnuda hasta ahí, es decir, que justo se podía ver y, por supuesto, también no ver.

Pueden ustedes reconocer aquí la estructura del borde, o de la franja, característica de la aprehensión fetichista.

Lo esencial se sitúa siempre precisamente en el punto donde se podía ver un poco y a la vez no se ve lo que va a aparecer.

Lo escondido que así se suscita en la relación con la madre es el falo inexistente, pero hay que jugar a que está ahí.

El fantasma de Juanito viene a acentuar el carácter de lo que está en juego en ese momento, o sea una defensa contra el elemento perturbador que aporta el padre con su insistencia en hablar del falo en términos reales.

Juan tiene necesidad de reintroducir sobre el fondo de la relación fálica con la madre todo lo nuevo que interviene, no sólo en razón de la existencia real de su pene, sino también porque es ahí a donde su padre trata de arrastrarle.

Pedido de ayuda de Juanito.

En cierta forma, Juanito llama al padre en su ayuda. Lo anuncian esos fantasmas de Juanito en los cuales aparece la colaboración del padre en sus transgresiones.

Se trata ante todo de pene real y de falo imaginario.

El padre trata de hacer pasar completamente el falo a la realidad, diciéndole a Juan que los animales grandes tienen un falo grande y los pequeños lo tienen pequeño.

[Lo anterior] lleva a Juanito a decirle —Yo lo tengo bien agarrado, y crecerá.

El mismo esquema que les indicaba hace un momento, se repite. Ante la tentativa del padre de realizar el falo, la reacción de Juanito, una vez más, no es de ningún modo aceptar eso a lo que sin embargo ha accedido, sino forjar un fantasma.

El 27 de marzo, Juanito produce el fantasma de las dos jirafas, en el que se realiza lo esencial, o sea la simbolización del falo materno, netamente representado en la jirafa pequeña.

Cuando Juanito se encuentra atrapado entre su apego imaginario y la insistencia de lo real por mediación de la palabra del padre, toma una vía que daré su escansión, incluso su esquema, a todo lo que se desarrollará en el mito de la fobia —el término imaginario se convertirá para él en elemento simbólico.

Dicho de otra manera, lejos de constatar en la relación de objeto la existencia de una vía directa para el acceso de un nuevo real a la significación, y para lograr un manejo de este real por medio de un instrumento simbólico puro y simple, por el contrario, vemos que, al menos en esta fase crítica, designada por la teoría psicoanalítica como el Edipo, lo real sólo se puede reordenar en la nueva configuración simbólica a costa de una reactivación de todos los elementos más imaginarios.

Se produce una verdadera regresión imaginaria con respecto al primer abordaje planteado por el sujeto.

Esquema de la neurosis infantil de Juanito.

Desde los primeros pasos de la neurosis infantil de Juanito, tenemos su modelo y su esquema.

Al padre que se adelanta como representante de la realidad, de su nuevo orden, de la adaptación a lo real, Juanito le responde con una proliferación imaginaria tanto más típica cuanto que la sostiene con una especie de profunda incredulidad, que mantendrá en todo momento.

Esto lo tenemos bajo una forma casi materializada desde el inicio de la observación, y es sin duda lo que le da ese carácter excepcional, ese don del cielo que representa.

La primera imagen de la jirafa pequeña es ya el principio de la solución. Es la síntesis de lo que Juanito aprende a hacer —aprende como se puede jugar con las imágenes

El propio Juanito advierte de que manera se puede tomar lo que está en juego —a saber, no sólo se puede jugar con ello, sino que puede uno convertirlo en papeles arrugados.

No es que el lo sepa, sino que simplemente se ve introducido ahí por el sólo hecho de hablar, de ser un hombre pequeñito, de estar metido en un baño de lenguaje.

Pero él sabe muy bien que precioso le resulta el hecho de poder hablar y lo destaca constantemente. Cuando dice esto o aquello y le responder que está bien o que está mal —No importa, dice, aun así está bien porque se lo podemos enviar al Profesor.

No se trata sólo de hablar, sino de hablarle a alguien. En la observación encontramos más de una indicación de esta clase, cuando Juanito manifiesta su sensación de fecundidad, favorecida por el hecho de que al fin y al cabo tiene con quien hablar. Sería asombroso que no nos diéramos cuenta en este caso de que lo precioso y lo eficaz del análisis es esto.

Así es este primer análisis llevado a cabo con un niño.

Freud presenta el mito de Edipo a Juanito.

En la consulta del 30 de marzo, Freud de plantea su mito de Edipo, crudamente, completamente construido, sin la menor tentativa de adaptarlo a nada que sea inmediato y preciso en el niño, es uno de los puntos más chocantes de la observación.

Deliberadamente, Freud le dice —Voy a contarte esa gran historia que inventé y que sabía antes de que tú vinieras al mundo. Un día iba a venir un Juanito que querría demasiado a su madre y por esta razón detestaría a su padre.

Así, su propio autor implica aquí al Edipo en una operación que pone al descubierto su carácter fundamentalmente mítico, el carácter de mito original que tiene en la doctrina de Freud.

Se sirve de él como desde siempre se le ha enseñado al niño que Dios creó el cielo y la tierra, o muchas otras cosas, según el contexto cultural donde está implicado.

Es un mito de los orígenes y así es como se da, porque se da fe de la orientación, de la estructura que determina, como avenida para la palabra en el sujeto que es su depositario.

Lo que está en juego es literalmente su función de creación de la verdad. Freud no se lo plantea de una forma distinta a Juanito, y Juanito da una respuesta marcada por la misma ambigüedad que deja una marca en su asentimiento a todo lo que vendrá a continuación —Es muy interesante, dice más o menos, es muy excitante, qué bien que está, desde luego tiene que haber hablado con el buen Dios, el Profesor, para que se le haya ocurrido semejante cosa.

¿Con que resultado?

Freud nos lo articula muy claramente, por sí mismo, de su cosecha, como hacemos nosotros aquí —no es de esperar que esta comunicación de fruto a la primera, se trata de que produzca sus efectos en el inconsciente y los haga surgir, … permitiendo así a la fobia desarrollarse.

De modo que es una incitación. Se trata de implantar otro cristal, por así decirlo, en la significación inacabada que en ese momento representa Juanito, en todo su ser. Así, por una parte, tenemos lo que se ha producido por sí solo, la fobia, y por otra parte Freud, que aporta aquí, entero, lo que debe ser su culminación.

Por lo tanto, Freud no se imagine ni por un instante que el mito religioso del Edipo produzca inmediatamente sus frutos, espera que ayude a lo otro, es decir, la fobia, a desarrollarse, a lo sumo trazándole sus vías a lo que hace un momento llamé el desarrollo del cristal significante.

Por parte del padre, hay con todo, una pequeña reacción, que no durará mucho. Al padre, en las relaciones de objeto, que son las que hoy tratamos de captar en el interior de las distintas etapas de la formación significante, sólo lo encontramos verdaderamente al final.

Lo veremos ocupar el primer plano, justo antes del fantasma de la vagoneta, en el momento del enfrentamiento con el padre en el dialogo del Edipo.

Juanito dice: —¿Por qué estás tan celoso? … El padre protesta —No lo estoy. Juanito replica —Debes estarlo.

Este es el punto de encuentro con el padre, o más bien con la carencia que en ese momento representa la posición paterna.

No encontramos más que una primera aparición, un primer choque. Ahí está el padre, y ya veremos cómo, esta de una forma bien brillante, como quien dice brillar por su ausencia.

Temor de Juanito por la ausencia del padre.

Así es como reacciona Juanito a la mañana siguiente —busca a su padre y le dice que ha venido a verle porque tenía miedo— por otra parte, hubiera ido igualmente. De lo que tiene miedo es de que el padre se haya ido.

El padre le pregunta enseguida —Pero, ¿cómo podría ocurrir algo así?  Esto nos llevará más lejos, pero detengámonos en este miedo a la ausencia del padre y aprendamos a escandir [cortar, puntuar] lo que hay verdaderamente en el miedo.

En suma, es una pequeña cristalización de la angustia.

La angustia no es el miedo a un objeto. La angustia, es la confrontación del sujeto con la ausencia de un objeto en la que se pierde, que lo atenaza, y cualquier otra cosa es preferible a ella, incluso forjar el más extraño y el menos objetal de los objetos, el de una fobia.

El carácter irreal del miedo en cuestión se manifiesta precisamente, si sabemos verlo, por su forma —es el miedo de una ausencia, quiero decir de ese objeto que acaba de designársele.

Juanito tiene miedo de su ausencia, entiéndase como en la anorexia mental, cuando les digo que debe entenderse no que el niño no coma, sino que come nada.

Aquí, Juanito tiene miedo de la ausencia del padre, ausencia que está ahí y el empieza a simbolizar.

De hecho, el sujeto empieza a captar que el padre no es precisamente lo que Freud le había dicho que era en el mito, y así se lo dice a su padre —¿Por qué me dices que prefiero a mi madre, si es a ti a quien quiero? Si resulta que tengo que odiarte a ti, entonces la cosa no va de ninguna manera.

El temor al caballo se descarga.

Esto no significa que eso de ahí sea todo lo que contiene el significante del caballo, ni mucho menos. E

l caballo no se desvanecerá de golpe porque le digan a Juanito —Es de tu padre de quien tendrás miedo, de quien has de tener miedo.

Con todo, el significante caballo queda inmediatamente descargado de algo, y la observación lo registra, … Juan ya no tiene miedo de todos los caballos blancos, a algunos de ellos ya no los teme, y el padre, aunque él no sigue la vía de nuestra teorización, comprende que algunos son Vatti [papá], y entonces ya no se les tiene miedo.

¿Por qué ya no se les tiene miedo?

Porque Vatti [papá] es muy bueno. Porque el padre comprende sin comprender del todo, incluso sin comprender en nada, hasta el final, que ese es precisamente el drama, que Vatti [papá] sea tan bueno.

Si hubiera habido un Vatti [papá] de quien se habrían podido tener miedo de verdad, se hubieran podido cumplir las reglas del juego y hacer un verdadero Edipo, un Edipo que te ayude a alejarte de las faldas de mamá.

Pero como no hay un Vatti [papá] a quien temer, como Vatti[papá] es demasiado bueno, en cuanto se menciona la posible agresividad de Vatti [papá], en esa misma medida el significante del hippos se descarga, lo cual se registra esa misma tarde.

En cuanto vean como se articula la relación del significante —suscitado en su estado espontáneo, natural, en Juanito y registrado en bruto por Freud —con el significado dando a luz, por fuerza han de advertir que sólo con introducir al padre, se registra enseguida un efecto de descarga, de sustracción, que resuena en las funciones significantes y se inscribe de forma cuasi matemática, como si se tratara de una balanza.

—Dos clases de angustia.

Hay dos clases de angustia, nos dice Freud, añadiendo algo más a lo que acabo de decir:

—Así es opone la angustia alrededor del padre,
—a la angustia ante el padre

No tenemos más que tomar nota de la forma como el propio Freud nos presenta las cosas, para encontrar exactamente los dos elementos que acabo de describirles:

—la angustia alrededor del lugar vacío, hueco, que representa el padre en la configuración de Juanito, busca su apoyo en la fobia, en la angustia ante la figura del caballo.

En la medida en que se ha podido suscitar, aunque sea en estado de exigencia, de postulado, una angustia ante el padre, la angustia alrededor de la función del padre se descarga. El sujeto puede tener al fin una angustia ante algo.

Por desgracia, eso no puede llegar muy lejos, porque el padre, aunque está ahí, no es en nada apto para soportar la función establecida que responda a las necesidades de la formación mítica correcta, al mito de Edipo en su alcance universal.

Y esto es precisamente lo que obliga a nuestro Juanito a encontrarse de nuevo con su dificultad.

Como Freud lo había previsto, después su dificultad empieza a desarrollarse, se encarna, se precipita en las producciones que deben desarrollarse de la fobia.

El caballo que da miedo a Juanito.

Todos ellos son términos que ponen en juego un elemento dotado de un valor especial para un hombre, es decir, para un animal destinado, a diferencia de los otros animales, a saberse existir [que sabe qué existe]. Este elemento muestra aquí su instancia más perturbadora. Esto es precisamente lo que desarrollará y articulará Juanito en las neoproducciónes de la fobia. Este elemento, es el movimiento.

Es lo que nos dice Juanito —el caballo, como arrastra algo tras él, resulta temible cuando se larga, más cuando arranca deprisa que cuando arranca despacio.

Cuanto hay un ser capturado en este movimiento, sin estar totalmente implicado en él, y puede sentir la inercia correlativa de la aceleración por ese mínimo desprendimiento de la vida que consiste precisamente en lo que acabo de llamar saberse existir, ser un ser consciente de sí mismo —entonces hay angustia.

Esta angustia todavía hay que analizarla. Así es, no se refiere sólo al hecho de verse arrastrado por el movimiento, sino también a su reverso, o sea el fantasma de ser dejado atrás, abandonado.

La introducción de lo que lo arrastra de golpe hacia un movimiento representa para Juan una profunda caída, porque este movimiento, al modificar profundamente sus relaciones con la estabilidad de la madre, lo deja frente a ella como ante un elemento verdaderamente subversivo de su mundo en su misma base. Juan nos lo dice en lo que dice del caballo —ella se caerá y morderá.

La mordedura, ya sabemos con qué está vinculada —con el surgimiento de lo que se produce cada vez que el amor de la madre falta. Cuando va a caer, a la madre no le queda otra salida que lo que para el propio Juanito es la reacción de angustia de necesidad, la reacción llamada catastrófica. Primera etapa —morder. Segunda etapa —caer, revolcarse por el suelo, …

Hay que tener presentes las estructuras de la fórmula con la que Juanito, de forma completamente fantasmática, trata de restituir el momento en que pillo la fobia —desde ahora, siempre, dice, los caballos enganchados al ómnibus se caerán.

En esta fórmula se encarna para Juanito lo que está en juego, a saber, el cuestionamiento de todo lo que hasta entonces había constituido la estabilidad de su mundo.

Es una elaboración en torno al tema de la angustia del movimiento.

¿Qué puede aportar alguna moderación?

El padre carece por completo de efecto, porque efectivamente, para un ser como el hombre, cuyo mundo se estructura en lo simbólico, nada puede resolver ese sentido, por así decirlo, que lo arrastra a un movimiento.

Por lo tanto, eso es necesario que, en su estructuración significante, Juanito haga esa conversión consistente en pasar por etapas del esquema del movimiento al esquema de una sustitución.

Primero se producirá la introducción del tema de lo amovible [Que puede ser quitado del empleo o lugar que ocupa]. y luego, con su ayuda, se conseguirá la sustitución. Estas son las dos etapas esquemáticas que se expresan en la formación de la bañera.

Primera etapa —la desatornillan. No la desatornillan gratis, …  de modo que Juanito tendrá que hacerse un agujero. Este paso jamás se produce sin algún costo, y Juanito no sólo sufre la castración, sino que esta queda formalmente simbolizada por ese gran berbiquí que penetra en su vientre, detalle que no se destaca lo suficiente en la observación.

Segunda etapa —cuando se desatornilla algo, puede atornillarse otra cosa en su lugar.

Esta forma significante escande[puntua] la operación de transformación que traduce el movimiento como sustitución, la continuidad de lo real como discontinuidad de lo simbólico.

Toda la observación lo demuestra, y si no se sigue este mismo camino, resultan incomprensibles sus etapas y su progreso.

Hay toda una zona en la que me veo obligado a despejar material, un largo pasaje en el que tan sólo se trata del único elemento, perteneciente a la situación anterior, susceptible de introducir la amovibilidad como instrumento fundamental de la reestructuración de su mundo. ¿Cuál es este elemento?

Este elemento es precisamente aquel que, como les dije, es el único que necesitamos introducir en la dialéctica de mostrar y no ver, de suscitar lo que no está como algo que esta, pero escondido —este elemento es el propio velo.

Freud tiene el cuidado de destacarlo como lo esencial, lo que sucede frente al velo, es decir, el par de braguitas.

Las braguitas están ahí, con sus detalles cuidados y refinados, las braguitas amarillas y las braguitas negras. Se trata, nos dicen, de una atrevida reforma, de una novedad para las mujeres que van en bicicleta. Así es, ya sabemos que la madre de Juanito va a la vanguardia del progreso.

Ahí está ciertamente el drama. Así empezó todo desde el principio.

Freud nunca nos disimuló su valor decisivo, ya que nos recuerda la frase de Napoleón según la cual —La anatomía, es el destino.

De eso se trata, sin duda, y eso leemos nosotros cuando Juanito articula lo que tiene que decir.

Las apasionadas preguntas del padre lo interrumpen constantemente, de forma que es difícil hacer una criba de las respuestas, pero Freud la lleva a cabo y nos dice que es lo esencial.

Lo que queda más claro en todo esto es que Juanito reconoce y establece una diferencia entre las bragas, en dos etapas.

Lo esencial es esto —las bragas en sí mismas están relacionadas para Juanito, con una reacción de asco. Lo que, es más, Juanito pide que le escriban a Freud que cuando vio las bragas escupió, cayo al suelo y además cerro los ojos.

A causa de esta reacción Juanito precisamente la elección esta hecha 1Juanito no será nunca un fetichista.

Si por el contrario hubiera reconocido a esas bragas como su objeto, o sea aquel misterioso falo que nadie verá nunca, se habría quedado satisfecho con ellas y se habría convertido en fetichista, pero como el destino lo ha dispuesto de otra forma, Juanito siente asco ante las bragas.

Pero precisa que cuando su madre las lleva puestas, es distinto.

Entonces no tienen nada de repugnantes. Esta es la diferencia. Cuando las bragas se le ofrecen como objeto, cuando están ahí en sí mismas, las rechaza. Sólo conservan su virtud, por así decirlo, cuando están en funciones, cuando él puede seguir sosteniendo el engaño del falo. Aquí está el nervio que nos permite aprehender la experiencia.

Lo esencial es que, mediante la introducción de ese objeto privilegiado, del elemento de amovibilidad, se pasa al plano de la instrumentalización.

Ya he traído a colación algunos de esos instrumentos, incluso les mostré hasta que punto en las ambigüedades del significante había ya inscritas cosas singulares, por ejemplo, esa extraordinaria homonimia entre la pinza, la pezuña y los dientes del caballo.

La última vez, hablándoles del …  destornillador, les dije que no es esto precisamente lo que figura en el fantasma del instalador, sino que se trata de una pinza, unas tenazas.

En adelante quedaremos sumergidos por el material, y esto es lo característico de como continua la observación. Para que no se vayan sin algo concreto, subrayare el momento axial, decisivo, de todo lo que se producirá en torno a la madre y el niño.

La próxima vez, examinaremos todo esto paso a paso y veremos, por medio de algunas formas significantes precisas, como esta madre y este niño siguen siendo en todo momento los mismos, transformados. El coche se convertirá en una bañera, luego en una caja, etc. Todos estos elementos encajan los unos en los otros.

Pero ahora ya se han hecho progresos, se ha adelantado bastante en lo que se refiere al dominio de la madre. Este término de dominio debe emplearse en su sentido más técnico, y ya verán quien le ha enseñado Juanito a llevarla con un toquecito de riendas, incluso a darle algún que otro golpecito.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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