Cómo se analiza el mito. Clase 16 Seminario 4. Jacques Lacan.

Dar a ver y ser sorprendido. El Profesor Dios. El método de Claude Lévi-Srauss. Desnuda y en camisón. Captura en el mecanismo permutativo.

Como ustedes saben, a lo largo de estos años hemos dado un sentido a las tres relaciones llamadas de lo simbólico, de lo imaginario y de lo real, que son tres modos esenciales profundamente distintos, y sin cuya distinción pretendemos que es imposible orientarse, ni siquiera en la experiencia más cotidiana. Este sentido, nos esforzamos para precisarlo en la experiencia, porque no puede darse mejor definición de un concepto que usándolo.

El caso Juanito (continuación)

El caso de Juanito.

Así, la última vez habíamos llegado a formarnos la idea de que Juanito, a quien captamos en la observación en determinado momento de su biografía, está marcado por cierto tipo de relación con su madre, cuyos términos fundamentales están definidos por la presencia manifiesta del objeto fálico entre los dos.

No era como para sorprendernos. Por medio de otras observaciones, ya habíamos visto desde el comienzo de este año hasta qué punto el falo, como objeto imaginario del deseo materno, constituía un punto verdaderamente crucial de la relación madre-hijo.

En una primera etapa, puede definirse el acceso del niño a su propia situación en presencia de la madre, diciendo que requiere por su parte el reconocimiento, incluso la asunción, del papel esencial de ese objeto imaginario, el objeto fálico, que entra como un elemento de composición del todo primordial en la estructuración primitiva de la relación madre-hijo.

Ninguna otra observación puede sernos más útil en este sentido que la observación de Juanito.

Todo empieza en efecto con el juego entre él y la madre —ver, no ver, acechar el falo, espiar donde está.

Subrayemos que en este punto seguimos en una total ambigüedad en cuanto a lo que se puede llamar la creencia de Juan. Tenemos toda la impresión de que al comienzo de la observación ya hace tiempo que, desde el punto de vista real, se ha formado su propia idea, como suele decirse. He pensado en todo esto, [Ich habe gedacht], dice cuando le dan esas respuestas rápidas, que sirven para despistar, y que los padres se sienten obligados a dar ante cualquier pregunta algo intempestiva por parte del niño.

Si la relación imaginaria puede pasar por ser eminentemente la reacción de ver y ser visto, quiero puntuar una vez más hasta qué punto es importante mantener ya a este nivel la articulación intersubjetiva, que está lejos de ser dual, como van a ver ustedes.

Si la relación llamada escopofílica, con sus dos términos opuestos, mostrar y mostrarse, merece atraer un instante nuestra atención, es porque ya es distinta de la relación imaginaria primitiva, una modalidad de captura en el campo de aquello que podríamos llamar un enfrentamiento visual recíproco.

La cuestión aquí no es tanto ver y experimentar el imperio de lo que se ve, sino tratar de ver, espiar, lo que a la vez está y no está. Lo que se busca en esa relación es algo que está en la medida en que permanece velado, y sostener la ilusión para mantener algo que está y no está.

El drama imaginario tiende hacia una situación fundamental, cuyo carácter crucial no podemos ignorar, en la que se inserta y adquiere un sentido aún más elaborado —la situación de la sorpresa.

La sorpresa se relaciona con el acto de sorprender, en el sentido en que se dice —lo vi por sorpresa, … Pero esta palabra tiene además otro aspecto… Por el contrario, estar sorprendido corresponde también a un descubrimiento inesperado.

Por ejemplo, quienes asisten a mi presentación de enfermos han podido comprobar en uno de nuestros pacientes transexuales, que nos la describió, el carácter verdaderamente desgarrador de la dolorosa sorpresa experimentada el día que, por primera vez, vio a su hermana desnuda.

Así, a un nivel superior al de ver y ser visto, la dialéctica imaginaria desemboca en un dar a ver y quedarse sorprendido cuando el velo se levanta. Esta es la única dialéctica que nos permite comprender el sentido fundamental del acto de ver. Es esencial en la propia génesis de la perversión. No puede ser más evidente en el exhibicionismo.

La técnica del acto de exhibir consiste para el sujeto en mostrar lo que tiene en la medida en que el otro no lo tiene.

Como se desprende de sus declaraciones, lo que el exhibicionista busca levantando el velo es capturar al otro en algo que está muy lejos de ser un simple apresamiento en la fascinación visual, y así obtiene el placer de revelarle al otro lo que supuestamente no tiene, para sumirlo al mismo tiempo en la vergüenza por lo que le falta.

Sobre este fondo evolucionan todas las relaciones de Juan con su madre. La madre participa plenamente y hace participar al niño con la mayor complacencia en el funcionamiento de su cuerpo. Pero en alguna ocasión pierde el control y se muestra severa, da bufidos, profiere acusaciones, ante la participación exhibicionista solicitada por Juanito. Si el objeto imaginario juega aquí un papel fundamental, es por cuanto está ya prendido en la dialéctica del velo y de su alzamiento.

Aparición de la fobia.

Cuando el está ahí, en este rodeo, tomamos a Juanito y le preguntamos por qué hace su fobia tras un lapso de aproximadamente un año desde que ocurrieron cosas de una importancia capital en su vida, especialmente el nacimiento de su hermanita y el descubrimiento de que es también ella, un término esencial en la relación con la madre.

Como ya hemos indicado, esta fobia debe situarse en un proceso en el cual el niño ha de cambiar profundamente todas sus formas de relación con el mundo, a fin de admitir lo que al final será admitido y a veces los sujetos tardan toda una vida en asumir, a saber, que, en ese campo privilegiado del mundo, el de sus semejantes, hay en efecto sujetos que están privados realmente de ese famoso falo imaginario.

Se equivocarían si creen que baste con una noción científica y articulable para que esto sea admitido entre las creencias del sujeto.

La profunda complejidad de las relaciones del hombre con la mujer procede precisamente de lo que podríamos llamar, en nuestro rudo lenguaje, la resistencia de los sujetos masculinos a admitir efectivamente que los sujetos femeninos están verdaderamente desprovistos de algo y, con mayor razón, que estén provistos de algo distinto.

Esto nos exige una fuerte articulación a partir de los hechos y el apoyo de nuestra experiencia analítica. Aquí tiene su raíz un desconocimiento, mantenido a veces con tal tenacidad, que influye en toda la concepción del mundo del sujeto, especialmente en su concepción de las relaciones sociales. Se mantiene más allá de todo límite en sujetos que pretender haber aceptado perfectamente la realidad, y con una sonrisa.

El borramiento de este hecho en nuestra experiencia muestra hasta qué punto somos todavía incapaces de beneficiarnos de los términos más elementales de la enseñanza freudiana. ¿por qué es tan difícil admitirlo? Conseguiremos responder a eso al término de nuestro recorrido de este año.

Basémonos en la observación de Juanito y articulemos como se plantea el problema de semejante reconocimiento en este niño.

Si este análisis es privilegiado, es porque en el vemos producirse a cielo abierto la transición que hace pasar al niño, de la dialéctica imaginaria del juego intersubjetivo con la madre alrededor del falo, al juego de la castración en la relación con el padre.

Este paso se da mediante una serie de transiciones que son precisamente lo que yo llamo los mitos forjados por Juanito.

—Continuación.

Ahora vuelvo al punto donde nos habíamos quedado.

La última vez les deje con aquel fenómeno sorprendente —la descripción por parte de Juan del fantasma de las dos jirafas, en el que vemos como una ilustración, para el seminario, del paso de lo imaginario a lo simbólico.

Literalmente, Juanito nos muestra aquí, cual prestidigitador, que la imagen doblada de la madre, su metonimia, no es sino un trozo de papel, una jirafa arrugada sobre la que se sienta.

Aquí hay como un esbozo del esquema general, y la indicación de que vamos bien encaminados. Si hubiera querido inventar una metáfora del paso de lo imaginario a lo simbólico, nunca hubiera conseguido inventar la historia de las dos jirafas, tal como la fantaseo Juanito y como él la articula, con todos sus elementos.

Se trata de la transformación de una imagen dibujada en una bola de papel, que es enteramente símbolo, elemento propiamente movilizable. Y él se sienta encima de su madre, reducida por fin al símbolo, a ese trozo de papel del que uno puede apoderarse.

Los actos espontáneos de un niño son algo mucho más directo y más vivo que las concepciones mentales de un ser adulto, tras los largos años de cretinización amplificatoria que constituye por lo común eso que llaman la educación.

El padre imaginario es quien establece definitivamente el orden del mundo, a saber, que no todo el mundo tiene falo.

Es fácil reconocerlo —el padre imaginario es el padre omnipotente, es el fundamento del orden del mundo en la concepción común de Dios, la garantía del orden universal en sus elementos reales más masivos y mas brutales, el es quien todo lo ha hecho.

Cuando Juanito habla del buen Dios, como hace en dos ocasiones, lo hace de una forma muy bonita. Su padre ha empezado a hacerle algunas aclaraciones, de lo que resulta una mejoría, por otra parte, pasajera. El 15 de marzo, cuando sale y se da cuenta de que hay algunos coches y caballos menos de lo habitual, dice —Qué amable es por parte del buen Dios que hoy haya puesto menos caballos, qué astuto.

Entiendan que la posición del padre simbólico, tal como se la he localizado en la articulación simbólica, permanece oculta. Situarse, como hace Freud, como el amo completo, absoluto, no corresponde al padre simbólico, sino al padre imaginario, y así es como aborda Freud la situación.

En la relación de Juanito con su analista, la situación se desarrolla de tal forma que el elemento del padre simbólico se distingue bastante del padre real y, como ven, del padre imaginario.

La “translaboración o working through” no es, en contra de la opinión comúnmente aceptada, un simple ir machacando hasta que, al final, algo que sólo había sido asimilado intelectualmente acaba penetrando en la piel del sujeto como una ranura o una impregnación. Si la translaboración es necesaria, sin duda es porque es necesario que se recorran cierto número de circuitos, en diversos sentidos del término, para que la función de simbolización de lo imaginario se cumpla eficazmente.

Por eso vemos que Juanito sigue un camino laberíntico —hasta donde podemos reconstituirlo, pues en todo momento queda quebrado, entrecortado por las intervenciones del padre, que no siempre están muy bien dirigidas, ni respetan demasiado al sujeto, como Freud subraya.

Sin embargo, vemos producirse y reproducirse una serie de construcciones míticas cuyos verdaderos elementos componentes hay que discernir. En vez de contentarnos recubriendo los hechos con términos para todo uso (complejo de esto, complejo de aquello, relación anal, apego a la madre), más vale tratar de ver las funciones [interpretación funciona], los elementos representativos, figurativos, que nos aportan, como esos relatos tan articulados que son los mitos antiguos.

Para darse cuenta de todo esto, es preciso que se esfuercen en cada etapa, en cada momento de la observación, por no entender enseguida. Es una cuestión de método.

Tienen que aplicarse, como Freud se lo recomienda expresamente en dos momentos de la observación, a no entender enseguida.

La mejor manera de no entender es hacerse pequeñas fichas y anotar, día a día, en una hoja de papel, los elementos que Juanito aborda y que deben ser entendidos a este título, como significantes.

Si no comprendes nada, te quedas con este elemento significante, y como la inteligencia te vendrá comiendo, ves que eso coincide exactamente con alguna otra cosa que puedes inscribir en la misma hoja. Por ejemplo: No estar solamente con alguien, sino estar sólo con alguien, ¿qué supone? Supone que podría haber alguien más

—Acerca del análisis de mitos.

Este método de análisis de los mitos es el que nos dio el Sr. Claude Levi-Strauss en un artículo del Journal of American Folklore, de octubre-diciembre de 1955, titulado La estructura de los mitos.

Practicándolo, se pueden llegar a ordenar todos los elementos de un mito. Se alinean de tal forma que, leídos en una determinada dirección, den la secuencia del mito.

Pero la reaparición de los mismos elementos, que no es una reaparición simple, sino transformada, obliga a ordenarlos, no simplemente en una sola línea si no en una superposición de líneas dispuestas como en una partitura, y entonces puede verse cómo se establecen una serie de sucesiones legibles tanto horizontalmente como verticalmente.

El mito se lee en un sentido, pero su sentido, o su comprensión, aparece con la superposición de los elementos analógicos que reaparecen bajo formas diversas, transformados en cada ocasión, sin duda para efectuar cierto recorrido que va, como diría el Sr. Perogrullo, del punto de partida al punto de llegada, y así, algo que al principio parecía irreductible se integra en el sistema.

Volvamos al punto de partida.

A Freud, al padre del niño que es discípulo suyo y a las instrucciones que le da Freud, porque ya hemos visto como el asume su propio papel.

—¿Cómo le dice a su agente que se comporte?

Le hace dos recomendaciones:

1° La primera recomendación tiene dos caras.

Una vez enterado de la actitud de Juanito y de los fenómenos penosos y angustiantes que padece, Freud le dice al padre que le explique al niño que esta fobia es una tontería, … y la tontería en cuestión está relacionada con su deseo de acercarse a su madre.

Además, como Juanito está interesado desde hace algún tiempo en el Hacepipi, le hace saber que, como el mismo ya se ha dado cuenta, eso no está del todo bien, [está equivocado] y por eso el caballo es tan malo y quiere morderle.

Esto nos lleva lejos, porque de entrada tenemos una maniobra directa sobre la culpabilidad. Tal maniobra consiste, por una parte, en eliminar la culpabilidad diciéndole al niño que se trata de cosas simples y naturales, que sólo hay que poner un poco en orden y bajo control, pero, por otra parte, acentúa el elemento de interdicción, al menos relativa, de las satisfacciones masturbatorias. Veremos qué resultado tiene esto en el niño.

2° La segunda recomendación de Freud es aún más característica del lenguaje que emplea.

Como la satisfacción de Juanito consiste manifiestamente en ir a descubrir (y por eso he vuelto a hablar hace un momento de la dialéctica del descubrir y el sorprender—) el objeto oculto que es el pene o el falo de la madre, le quitan este deseo dejándole sin el objeto de tal satisfacción —Dígale usted que ese falo deseado no existe.

Es difícil encontrar nada mejor como intervención del padre imaginario. Aquel que ordena el mundo dice que aquí no hay nada que buscar.

Se ve igualmente hasta qué punto el padre real es incapaz de asumir semejante función.

Reacción de Juanito.

Juanito reacciona por una vía distinta de la que [el padre] le sugiere, (como ya había hecho con la historia de las dos jirafas).  Inmediatamente después de que se le articule afirmativamente la ausencia del falo, fantasea la siguiente historia, que es muy bonita —cuenta que vio a su madre, en camisón y completamente desnuda, mostrándole el Hacepipi, que él hizo igual y tomó como testigo del comportamiento de mamá a la criada, la famosa Grete.

Magnifica respuesta, y perfectamente conforme con lo que yo intentaba articular hace un momento. Se trata, precisamente, de ver como velado lo que esta velado. La madre está a la vez desnuda y en camisón.

Entonces, el padre de Juanito, que no se distingue por una excesiva picardía en la percepción de las cosas, le dice —Pero una de dos, o está desnuda o en camisón.

De ahí la imposibilidad de garantizar el orden del mundo con una intervención autoritaria.

Evidentemente, el padre imaginario existe desde hace mucho, desde siempre, es una cierta modalidad del buen Dios, pero eso no resuelve todos nuestros problemas, lo sabemos de una forma no menos clara, comprobada y permanente.

Antes de esta tentativa, el padre había hecho un primer planteamiento tratando, como le habla dicho Freud, de reducir la culpabilidad de Juanito. Le hace una primera aclaración sobre la relación que hay entre el caballo y algo prohibido, que es tocarse el sexo. Esta intervención, dirigida en suma a apaciguar la angustia de culpabilidad.

Como analistas sabemos, tras unos veinte o treinta años de experiencia, que está condenada al fracaso, que de ningún modo se debe abordar frontalmente la culpabilidad, salvo transformándola en diversas formas metabólicas.

Con Juan, no podía ocurrir de otro modo. En cuanto el padre le dice que el caballo no es aquí sino un sustituto terrorífico de algo de lo que no debe darle importancia, el niño, que hasta ese momento tenía miedo de los caballos, está obligado, dice, a mirarlos.

Detengámonos un momento en este mecanismo, que merece la pena destacar. ¿Qué quiere decir en suma lo que le dicen? Equivale a decirle que tiene permiso para mirar los caballos.

Como en los sistemas totalitarios, definidos por el hecho de que en ellos todo lo permitido es obligatorio, desde ese instante se siente obligado a hacerlo. A Juanito le dicen que está permitido acercarse a los caballos, pero como el problema no es ese, entonces se siente obligado a mirarlos.

¿Qué puede significar este mecanismo que he resumido de esta forma, lo que está permitido se convierte en obligatorio? En primer lugar, tenemos una transición, la eliminación de lo que antes estaba prohibido, y lo que se convierte de este modo en permitido adquiere entonces el carácter de obligación. Esto debe ser pues como un mecanismo hecho para mantener bajo una forma distinta el derecho a lo que estaba prohibido. En otros términos, lo que ahora hay que mirar es precisamente lo que antes no se debía mirar.

Acerca del caballo de Juanito.

En cuanto al caballo, ya sabemos que prohíbe algo, en la medida en que la fobia es una avanzadilla, una protección contra la angustia. El caballo marca un umbral, esta es su función esencial.

Por otra parte, está relacionado con un elemento nuevo que trastorna el conjunto del juego del sujeto, o sea con el pene real.

— ¿Significa esto que el caballo es el pene real?

De ninguna manera. El caballo está muy lejos de ser el pene real, puesto que, a lo largo de las transformaciones del mito de Juan, es también la madre, el padre, a veces Juanito.

Hagamos intervenir aquí una noción simbolizante esencial…

La estructura significante en marcha.

Con esta primera aportación del padre todavía poco alentadora, vemos como de todas formas la estructura significante se pone en marcha.

Este orden estructurante resiste a las intervenciones imperativas del padre; pero reacciona ante estas intervenciones, aunque sus respuestas sean torpes y confusas.

Como respuestas, a las mediaciones del padre, Juanito produce esa serie de creaciones míticas que mediante una serie de transformaciones integrarán poco a poco en el sistema de Juanito, el elemento nuevo que exige ir más allá de la subjetividad del señuelo.

Con este fundamento nuevo Juanito juega a sorprender, a hacerse sorprender, a presentar como ausente y la mismo todavía presente.

Ese elemento nuevo e incomodo aparecido desde hace algún tiempo es, como ustedes saben, su propio pene, su pene real con sus propias reacciones que amenazan con hacer saltar todo por los aires. Este es para él manifiestamente el elemento de perturbación y turbador en la serie de sus creaciones imaginarias.

Siempre vuelvo a este punto —el uso del significante sólo es concebible partiendo de que el juego fundamental del significante es la permutación. Por muy civilizado, incluso instruido, que sea uno, es torpe, en el sentido corriente de la vida, para agotar todas las permutaciones posibles.

Se lo demostraré conmigo mismo. Sepan que tengo una corbata con un lado un poco más claro y otro un poco más oscuro, y para poner el lado pálido debajo y el oscuro delante, tengo que llevar a cabo mentalmente una permutaci6n, y siempre me equivoco.

El orden permutativo es lo que está en juego en lo que construirá Juanito. No traten de entender enseguida que quieren decir el caballo.

Cuando aíslen ustedes este elemento [pene real], lo encontrarán en mil detalles de la observación de Juanito.

Traten de ver que es lo más importante en todo esto y a que responde el progreso de Juanito.

El progreso consiste aquí en el movimiento de desplazamiento, de rotación del significante alrededor de los distintos personajes en los que el sujeto se interesa y que quedan capturados en el mecanismo de permutación.

Podemos decir que ninguno de los elementos de la realidad que le rodea supera verdaderamente los medios de Juan, no hay indicios en esta observación de nada que pueda llamarse regresión, y si creen que hay regresión porque en determinado momento Juanito produce una inmensa fantasmagoría anal…

Juanito mantiene, por así decirlo, su derecho a la masturbación de principio a fin durante toda la observación, sin ceder.

Si algo hay característico del estilo general del progreso de Juanito, es precisamente lo que tiene de irreductible, y el propio Freud lo subraya.

Si no hace una histeria, sino una fobia, sin duda es porque en un sujeto así el elemento genital es del todo sólido, está presente, instalado, es resistente, muy fuerte. Esto queda claramente articulado en la observación.

Trataremos de verlo la próxima vez. Veremos que Juanito no emplea un único mito, un único elemento alfabético, para resolver sus problemas, es decir, el paso de una aprehensión fálica de la relación con la madre a una aprehensión castrada de las relaciones con el conjunto de la pareja parental.

Inevitablemente nos cautiva el modo en que este niño se sirve, como de instrumentos lógicos, de elementos agrupados en torno a formas de acomodación muy elaboradas en la adaptación humana.

Estos elementos que se oponen entre ellos son, por ejemplo, lo que esta agarrado, o incluso adherido de forma natural —lo perforado, polo temible ante el cual el niño se detiene presa de temor— lo atornillado o también atenazado, me refiero a lo que es agarrado con tenazas, con el papel esencial que juega en el otro mito, el de la bañera y el grifo.

Todo el progreso operado por Juanito durante la observación reside en los detalles de esta estructuración mítica, es decir, en la utilización de los elementos imaginarios para agotar determinado ejercicio del intercambio simbólico.

Esto acabara haciendo inútil ese elemento de umbral, es decir, de primera estructuración simbólica de la realidad, que era su fobia.

 

 

 

 

 

 

 

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