La frase simbólica. Clase 8. Seminario 3. Jacques Lacan

La noción de defensa. El testimonio del paciente. El sentimiento de realidad. Los fenómenos verbales.

La palabra

A fin de cuentas, podríamos de todos modos empezar a ver juntos el texto de Schreber, ya que en realidad, para nosotros, el caso Schreber es el texto de Schreber.

Intento este año que concibamos un poco mejor la economía de este caso. Deben sin duda haber percibido cómo se van paulatinamente alterando las concepciones psicoanalíticas.

Recordé el otro día que, en suma, la explicación de Freud es que el enfermo pasa a una economía esencialmente narcisista. Es una idea muy rica y es preciso sacar todas las consecuencias que se desprenden de ella. Pero quien no lo hace, olvida lo que es el narcisismo en el punto al que ha llegado la obra de Freud cuando escribe el caso Schreber. Y entonces, tampoco percibe lo novedoso de la explicación, esto es, en relación a que otra explicación se sitúa.

Voy a retomar uno de los autores que mejor ha trabajado el problema de las psicosis, a saber Katan, quien pone en primer plano la noción de defensa…  hay que partir del libro, como recomienda Freud.

No hay que olvidar las etapas de la introducción de la noción de narcisismo en el pensamiento de Freud. Ahora se habla de defensa a propósito de cualquier cosa,… Es exacto que la noción de defensa desempeña un papel muy precoz, y que desde 1894-1895, Freud propone la expresión de neuropsicosis de defensa. Pero emplea este término en un sentido sumamente preciso.

La primera vez que aparece la noción de defensa  estamos en el registro de la rememoración -el recuerdo del trauma– y sus trastornos. Lo importante es lo que podemos llamar la pequeña historia del paciente. ¿Es o no capaz de articularla verbalmente? Anna — lo llamaba la talking-cure.

La histeria de defensa es una histeria donde las cosas están formuladas en los síntomas, y el asunto está en liberar el discurso. No hay huella pues de regresión, ni de teoría de los instintos, y no obstante ya está en ciernes  todo el psicoanálisis.

Los  trastornos de la rememoración, -el recuerdo del trauma- a ellos debemos volver siempre para saber cuál fue el terreno inicial del psicoanálisis…. No tengo por qué seguir aquí en detalle el camino recorrido entre esta etapa y aquella en la que Freud introduce la regresión de los instintos,… baste decirles que explorando los trastornos de la rememoración, queriendo restituir el vacío que presenta la historia del sujeto, buscando la pista de aquello en lo que se transformaron los acontecimientos de su vida, comprobamos que van a parar donde nadie se lo esperaba.

Hablaba de ello la vez pasada bajo la forma de los desplazamientos del comportamiento; nos percatamos de que no puede tratarse sencillamente de volver a encontrar la localización memórica (mnésica), cronológica de los acontecimientos, de restituir una parte del tiempo perdido, sino que también hay cosas que suceden en el plano tópico. La distinción de registros completamente diferentes en la regresión está allí implícita.

En otras palabras, todo el tiempo se olvida que no basta que una cosa ocupe el primer plano para que otra no guarde su valor, su precio, en el seno de la regresión tópica. Es allí donde los acontecimientos adquieren su sentido comportamental fundamental.

Entonces se producen el descubrimiento del narcisismo. Freud se percata de que hay modificaciones en la estructura imaginaria del mundo y que interfieren con las modificaciones de la estructura simbólica; cómo llamarla de otro modo, puesto que la rememoración pertenece forzosamente al orden simbólico.

Cuando Freud explica el delirio por una regresión narcisista de la libido, cuyo retiro de los objetos culmina en una desobjetalización, esto quiere decir, en el punto al que ha llegado, que el deseo que ha de ser reconocido en el delirio se sitúa en un plano muy distinto al del deseo que ha de hacerse reconocer en la neurosis.

Si no se comprende esto, no se ve en absoluto lo que distingue una psicosis de una neurosis…

El delirio, en efecto, es legible, pero también esta transcrito en otro registro.

En la neurosis permanecemos siempre en el orden simbólico, con esa duplicidad del significado y del significante que Freud traduce por el compromiso neurótico. El delirio transcurre en un registro muy diferente. Es legible, pero sin salida. ¿Cómo puede ser así? Este es el problema económico que queda abierto en el momento en que Freud termina el caso Schreber.

En el caso de las neurosis, lo reprimido aparece in loco, ahí donde fue reprimido, vale decir en el elemento mismo de los símbolos, mientras el hombre se integra a él, y participa de el como agente y como actor. Reaparece in loco bajo una máscara.

Lo reprimido en la psicosis, si sabemos leer a Freud, reaparece en otro lugar, in altero, en lo imaginario, y lo hace, efectivamente, sin máscara….  Esto es sumamente claro, no es nuevo, ni heterodoxo, sólo es preciso percatarse de que es el punto principal. De ningún modo concluye el asunto en el momento en que Freud le pone punto final a su estudio sobre Schreber. Al contrario, a partir de ese momento se empiezan a plantear los problemas.

En Freud, la cuestión del centro del sujeto siempre queda abierta. En el análisis de la paranoia por ejemplo, avanza paso a paso para mostrar la evolución de un trastorno esencialmente libidinal, juego complejo de un agregado de deseos transferibles, transmutables, que pueden entrar en regresión, y el centro de toda esta dialéctica aun siendo problemático.

Ahora bien, el viraje que se operó en el análisis más o menos hacia la época en que murió Freud, llevó a que nos volviéramos a encontrar con nuestro viejo centro de toda la vida, el yo, que maneja las palancas de mando, y guía a la defensa.

Ya no se interpreta a la psicosis a partir de la economía compleja,  de una dinámica de las pulsiones, sino a partir de los procedimientos empleados por el yo para arreglárselas con diversas exigencias, para defenderse contra las pulsiones. El yo vuelve a ser no sólo el centro, sino la causa del trastorno.

El término de defensa no tiene, a partir de entonces, otro sentido sino el que tiene cuando se habla de defensa contra una tentación, y toda la dinámica del caso Schreber es explicada a partir de los esfuerzos por enfrentar una pulsión, llamada homosexual, que amenazaría su completitud. La castración no tiene más sentido simbólico que el de una perdida de integridad física.

Se nos dice terminantemente que el yo, no siendo lo suficientemente fuerte como para encontrar puntos de ligazón en el medio exterior con el fin de defenderse contra la pulsión que está en el ello, encuentra otro recurso, que es fomentar esa neo-producción que es la alucinación, y que es otra manera de actuar, de transformar sus instintos duales. Sublimación a su manera, pero que presenta grandes inconvenientes.

El empobrecimiento de la perspectiva, las insuficiencias clínicas de esta construcción saltan a la vista… Freud nunca definió la psicosis alucinatoria según el simple modelo del fantasma, como el hambre puede satisfacerse mediante un sueño de satisfacción del hambre…. Una psicosis no es simplemente eso, no es el desarrollo de una relación imaginaria, fantasmática, con el mundo exterior.

Hoy quisiera simplemente hacerles medir la masa del fenómeno.

El dialogo del único—de ese Schreber a partir del cual la humanidad va a ser regenerada por el nacimiento de una nueva generación schreberiana—con su pareja enigmática, el Dios, schreberiano él también, ¿es acaso todo el delirio? Claro que no. No sólo no es todo el delirio, sino que es totalmente imposible comprenderlo del todo en ese registro.

Es bastante curioso que nos contentemos con una explicación tan parcial de un fenómeno masivo como la psicosis, reteniendo sólo lo que tienen de claro los acontecimientos imaginarios. Si queremos avanzar en la comprensión de la psicosis, es necesario sin embargo  articular una teoría que justifique la masa de estos fenómenos, de los que daré hoy algunas muestras.

Comenzaremos por el final, e intentaremos comprender volviendo hacia atrás. Adoptar esta vía, no es simplemente un artificio de presentación, es acorde con la materia que tenemos entre manos.

(Resumen de la fenomenología de los síntomas de Dr. Schreber)

Desde el punto de vista psiquiátrico corriente, estamos  igual que si no hubiera pasado nada.

La filosofía, es verdad, hace algún tiempo, por lo menos desde Kant, intenta advertirnos a gritos que hay diferentes campos de la realidad, y que los problemas se expresan, se organizan y se plantean en registros igualmente diferentes. Por consiguiente, intentar saber si una palabra es oída o no, quizá no es lo más interesante.

Lo que cuenta es la distinción que introduje, en los albores de nuestro comentario, entre certezas y realidades. Conduce a diferencias que, para nuestra mirada de analista, no son superestructurales sino estructurales. Es un hecho que esto sólo puede ser así para nosotros, porque a diferencia de otros clínicos, sabemos que la palabra está siempre ahí, articulada o no, presente, en estado articulado, ya historizada, ya presa en la red de los pares y las oposiciones simbólicas.

La gente cree que nos es preciso restaurar totalmente lo vivido indiferenciado del sujeto, la sucesión de imágenes proyectadas sobre la pantalla de lo vivido por él para captarlo en su duración,… Lo que palpamos clínicamente nunca es así. La continuidad de todo lo que un sujeto ha vivido desde su nacimiento nunca tiende a surgir, y no nos interesa en lo más mínimo. Lo que nos interesa son los puntos decisivos de la articulación simbólica, de la historia, pero en el sentido en que uno dice la Historia de Francia.

En el momento mismo, por cierto, el sentido es siempre un poco más verdadero, pero lo que cuenta y funciona es lo que se volvió verdadero en la historia. O bien proviene de una reorganización posterior, o bien ya comienza a tener una articulación en el momento mismo.

Ambigüedad  en el sentimiento de realidad en la restauración de recuerdos.

Pues bien, lo que llamamos sentimiento de realidad cuando se trata de la restauración de recuerdos, es algo ambiguo, que consiste esencialmente en que una reminiscencia, o sea un resurgimiento de impresiones, se organiza en la continuidad histórica.

No es uno o lo otro lo que da el acento de realidad, es uno y lo otro, cierto modo de conjunción de ambos registros. Iré más lejos aún: es también cierto modo de conjunción de ambos registros lo que da el sentimiento de irrealidad.

En el ámbito sentimental, lo que es sentimiento de realidad es sentimiento de irrealidad. El sentimiento de irrealidad está ahí tan sólo como señal de que se trata de estar en la realidad, y que por un pelo, aún falta alguna cosita.

Deja Vu  un caso de homonimia:

El sentimiento de déjà vu, que tantos problemas creó a los psicólogos, podríamos designarlo como una homonimia: el resorte lo entreabre siempre la clave simbólica. El déjà vu ocurre cuando una situación es vivida con plena significación simbólica, la cual reproduce una situación simbólica homóloga ya vivida pero olvidada, y que revive sin que el sujeto comprenda sus pormenores. Esto da al sujeto la impresión de que ya vio el contexto, el cuadro del momento presente.

El déjà vu es un fenómeno sumamente cercano a lo que la experiencia analítica nos brinda como lo ya relatado—aparte de que es lo contrario—. No se sitúa en el orden de lo ya relatado, sino en el orden de lo nunca relatado. Pero está en el mismo registro.

La frase simbólica.

Si admitimos la existencia del inconsciente tal como Freud lo articula, debemos suponer que esa frase, esa construcción simbólica, recubre con su trama todo lo vivido humano, que siempre está ahí, más o menos latente, y que es uno de los elementos necesarios de la adaptación humana.

Que esto pase sin que se piense en ello, pudo haber sido considerado durante mucho tiempo como una enormidad, pero no puede serlo para nosotros: la idea misma de un pensamiento inconsciente, esa gran paradoja práctica que introdujo Freud, no quiere decir otra cosa. Cuando Freud formula el término de pensamiento inconsciente… no dice más que lo siguiente: pensamiento quiere decir la cosa que se articula en lenguaje…

Ese lenguaje, (lo podríamos llamar interior), pero este adjetivo ya falsea todo. Ese monologo supuestamente interior está  en perfecta continuidad con el dialogo exterior, y precisamente por esa razón podemos,  decir que el inconsciente es también el discurso del otro. Si realmente hay algo del orden de lo continuo, no es en cada instante.

Leyes  del lenguaje.

En este caso también es necesario comenzar a decir lo que se quiere decir, darle el sentido que tiene, y saber corregirlo al mismo tiempo. Hay leyes de intervalo, de suspensión, de resolución propiamente simbólicas, hay suspensiones, escansiones que marcan la estructura de todo cálculo, que hacen precisamente que esa frase, digamos, interior, no se inscriba de modo continuo. Esta estructura, que ya forma parte de las posibilidades ordinarias, es la estructura misma, o inercia, del lenguaje.

Se trata para el hombre justamente de arreglárselas con esa modulación continua, como para que no le ocupe demasiado. Por eso mismo, las cosas están arregladas de manera que su conciencia se aparte de ellas.

Sólo que admitir la existencia del inconsciente, significa decir que aunque su conciencia se desvíe de ella, la modulación de la que hablo, la frase con toda su complejidad, continúa de todos modos. Este es el único sentido que puede darse al inconsciente freudiano. Si no es eso, es un monstruo de seis patas, completamente  incomprensible, en todo caso incomprensible en la perspectiva del análisis.

Función del yo.

Ya que se buscan las funciones del yo en cuanto tal, digamos que una de sus ocupaciones es precisamente no dejarse dar lata por esa frase que no para nunca de circular, y que no pide otra cosa que volver a surgir bajo mil formas más o menos camufladas y molestas. En otros términos, la frase evangélica tienen oídos para no oír debe tomarse al pie de la letra.

En los fenómenos, llamémoslos provisionalmente teratológicos –anormales-, de las psicosis, esto opera a cielo abierto. No digo que ese sea el rasgo esencial como tampoco lo es el elemento imaginario del que hablamos antes, pero se olvida demasiado que en los casos de psicosis vemos revelarse, del modo más articulado, esa frase, ese monólogo, ese discurso interior del que hablaba. Somos los primeros en poder captarlo porque, en cierta medida, ya estamos dispuestos a escucharlo.

En consecuencia, no tenemos ninguna razón para negarnos a reconocer esas voces en el momento en que el sujeto nos da fe de ellas como de algo que forma parte del texto mismo de su vivencia.

Lectura de las Memorias, pág. 298

Esto dice el sujeto en un complemento retrospectivo a sus Memorias. El enlentecimiento de la frase en el curso de los años, es referido por el metafóricamente a la gran distancia a la que se han retirado los rayos de Dios. No sólo hay enlentecimiento, sino demora, suspensión, postergación. Para nosotros es muy significativo que varíe y evolucione con el correr de los años la fenomenología misma bajo la que se presenta la trama continua del discurso que lo acompaña, y que el sentido muy pleno del inicio se vacíe luego de sentido.

Por cierto, las voces hacen también comentarios sumamente curiosos, del estilo del siguiente: Todo sin-sentido se anula.

La estructura de lo que sucede merece que no la descuidemos. Doy un ejemplo. El oye: Nos falta ahora…, y luego la frase se interrumpe, no escucha nada más, es su testimonio, pero esa frase tiene para él el siguiente sentido implícito: Nos falta ahora el pensamiento principal.

En una frase interrumpida, como tal siempre finamente articulada gramaticalmente, la significación está presente de manera doble:
1°-  Por un lado como esperada, ya que se trata de una suspensión,
2°- Por otro lado como repetida, puesto que el siempre se refiere a la impresión de haberla ya escuchado.

El estado de una lengua se caracteriza tanto por sus ausencias como por sus presencias

El lenguaje juega en  la ambigüedad.

Lo importante es comprender qué se dice. Y para comprender qué se dice, es importante ver los reversos, las resonancias, las superposiciones significativas. Cualesquiera sean, y podemos admitir todos los contrasentidos, nunca son casuales.

Quien medita sobre el organismo del lenguaje debe saber todo lo posible, y hacer, tanto respecto a una palabra como a un giro, o a una locución, el fichero más completo posible. El lenguaje juega enteramente en la ambigüedad, y la mayor parte del tiempo, ustedes no saben completamente nada de lo que dicen.

En la interlocución más corriente el lenguaje tiene un valor puramente ficticio, ustedes adjudican al otro la impresión de que están realmente ahí, es decir que son capaces de dar la respuesta esperada, y que no tiene ninguna relación con cosa alguna que pueda profundizarse. Desde este punto de vista, el noventa por ciento de los discursos efectivamente sostenidos son completamente ficticios.

Este dato primordial es necesario a quien quiera penetrar la economía del presidente Schreber, y comprender qué quiere decir esa parte de sin-sentido que él mismo sitúa en sus relaciones con sus interlocutores imaginarios. Por ello los invito a un examen más cuidadoso de la evolución de los fenómenos verbales en la historia del presidente Schreber, a fin de poder articularlos luego con los desplazamientos libidinales.

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