¿Dónde está la palabra? ¿Dónde está el lenguaje? Clase 22 Seminario 2 Jacques Lacan

Hoy quisiera que conversáramos un poco, a fin de hacerme una idea de dónde están. Me gustaría que, como ya lo hicimos una vez, la mayor cantidad posible de ustedes me formule las preguntas que para ustedes sigan abiertas. Creo que no han de faltar, ya que aquí, más que cerrarlas, procuramos abrirlas. En fin, ¿qué pregunta les suscitó el seminario de este año?

X: -No estoy segura de la forma en que se sitúan para usted lo simbólico y lo imaginario?

LACAN: ¿Qué idea tiene al respecto, después de haber escuchado una parte del seminario?

X: -Se me ocurre que lo imaginario tiene que ver más con el sujeto, con su forma de recibir, mientras que el orden simbólico es más impersonal.

LACAN: -Si, eso es y no es verdad.

Plantearé a mi vez una pregunta. Dado el punto al que hemos llegado, ¿qué función económica doy en el esquema al lenguaje y a la palabra  ¿Qué relación hay entre ambos? ¿Cuál es su diferencia? Es una pregunta muy sencilla, pero así y todo vale la pena darle respuesta.

Dr. GRANOFF: -El lenguaje sería el friso de lo imaginario, y la palabra, la palabra plena, el hito simbólico, sería el islote a partir del cual puede ser reconstruido, o más bien descifrado, todo el mensaje.

MANNONI: —Para ser breve, diré que el lenguaje es geometral, la palabra es la perspectiva, y el punto de perspectiva es siempre otro. El lenguaje es una realidad, es geométrico, o sea que no está puesto en perspectiva, y no pertenece a nadie, mientras que la palabra es una perspectiva dentro de este plano geométrico, cuyo centro de perspectiva, su  punto de fuga, es siempre un yo. En el lenguaje, no hay yo.

LACAN: ¿Está seguro de eso?

MANNONI: —El lenguaje es un universo. La palabra es un corte en ese universo, vinculado exactamente a la situación del sujeto hablante. Puede que el lenguaje tenga un sentido, pero sólo la palabra posee una significación.

LACAN: -Si ocupamos de inmediato nuestro lugar en el juego de las diversas intersubjetividades, es que en él estamos en nuestro lugar donde sea. El mundo del lenguaje es posible mientras que en él estamos en nuestro lugar donde sea.

MANNONI: —Cuando hay una palabra.

LACAN: -Precisamente ahí está todo el problema: ¿basta eso para dar una palabra?

La experiencia analítica se funda en que no cualquier manera de introducirse en el lenguaje es igualmente eficaz, no es igualmente ese cuerpo del ser lo que hace que el psicoanálisis pueda existir,  lo que hace que cualquier trozo extraído del lenguaje no tenga el mismo valor para el sujeto.

Dr. GRANOFF: —El lenguaje es de persona a persona, y la palabra de alguien a otro alguien. Porque  el lenguaje es constituido y la palabra es constituyente.

Dr. PERRIER: —En el momento actual, se trata de introducir el problema económico (es  decir, la circulación de la energía pulsional) del lenguaje en la palabra. Y aquí propongo esto-no sé si me equivoco-: que dejará de haber problema económico en la medida en que la situación significante del sujeto sea plenamente formulada en todas sus dimensiones, y en particular en sus dimensiones triangulares, gracias a la palabra. Si el lenguaje se convierte en palabra plena, en tanto tridimensional, el factor económico ya no se planteará en el plano de las cantidades vertidas en un análisis, cantidades de afectos o de instintos, y volverá a ser simplemente el substrato, el motor de lo que con toda naturalidad se insertará en la situación, en la medida en que se ha tomado conciencia de ello en todas sus dimensiones

LACAN.- Destaco un término que usted pronunció en varias formas: dimensión

Dr. LECLAIRE: —A mí se me ocurrió esta respuesta. Es una fórmula: el lenguaje tiene una función de comunicación, y hasta de transmisión, y la palabra posee una función de fundación, incluso de revelación.

Sr. ARENSBURG: —Entonces sería por intermedio de la palabra como el lenguaje que puede cumplir su rol económico. ¿Es eso lo que usted quiere decir?

PERRIER: —No, hablo de la reinserción de la economía en el orden simbólico por intermedio de la palabra.

El mensaje.

LACAN:- El término clave de la cibernética es mensaje. El lenguaje está hecho para eso, pero no se trata de un código, es esencialmente ambiguo, los semantemas son siempre polisemantemas, los significantes siempre tienen varias significaciónes, a veces sumamente distantes. Por su parte, la frase posee un sentido único, quiero decir que no puede lexicalizarse: se hacen dicciónarios de palabras, de empleos de las palabras o de las locuciones, pero no se hacen dicciónarios de frases. Así pues, algunas de las ambigüedades ligadas al elemento semántico se reabsorben en el contexto, por el uso y la emisión de la frase. La teoría de la comunicación, en la medida en que intenta formalizar este tema y determinar unidades, se refiere más bien a códigos, los cuales en principio evitan las ambigüedades: no es posible, salvo por error, confundir un signo del código con otro. Nos hallamos, pues, ante el lenguaje, ante una primera categoría cuya función con respecto al mensaje no es simple. Pero con esta introducción, la cuestión del mensaje sigue estando confusa. En vuestra opinión, así, con toda espontaneidad, con toda inocencia, ¿qué es un mensaje?

MARCHANT: —La transmisión de una información.

LACAN: ¿Qué es una información?

MARCHANT:— Una indicación cualquiera..

Sra. AUDRY: —Algo que parte de alguien y se dirige a otro alguien.

Sr. MARCHANT: —Eso es una comunicación y no un mensaje.

Sra. AUDRY: —Creo que ahí está lo esencial del mensaje: el mensaje es un anuncio transmitido.

Sr. MARCHANT: – Mensaje y comunicación no son lo mismo.

Sra. AUDRY: —En sentido propio, el mensaje es algo transmitido a alguien, para hacerle saber algo.

Sr. MARCHANT: —El mensaje se unidirecciónal. La comunicación no es unidirecciónal, hay ida y vuelta.

Sra. AUDRY: —Dije que el mensaje se hace de alguien a otro alguien.

Sr. MARCHANT: —El mensaje es enviado de alguien a otro alguien. La comunicación es lo que se establece una vez intercambiado el mensaje.

Dr. GRANOFF: —El mensaje es un programa que ponemos en una máquina universal, y al cabo de cierto tiempo saca de él lo que ha podido.

LACAN: -No está mal lo que dice.

Sr. LEFORT: —Es el ensanchamiento del mundo simbólico.

Sr. MARCHANT: —No, es el estrechamiento del mundo simbólico. Sobre el fondo del lenguaje la palabra va a elegir.

LACAN: La señora Colette Audry introduce a propósito del mensaje la necesidad de los sujetos.

Sra. AUDRY: – Un mensaje no es únicamente directo. Puede ser transportado por un mensajero que no tiene nada que ver en el asunto. El mensajero puede no saber lo que contiene el mensaje.

Sr. MARCHANT: – También puede ser transmitido de máquina a máquina.

Sra. AUDRY: —Pero lo que siempre hay es un punto de partida y un punto de llegada.

LACAN: A veces el mensajero se confunde con el mensaje… Un mensajero que tiene escrito un mensaje bajo sus cabellos, ¿es por sí sólo un mensaje?

MARCHANT: — Yo considero que sí

Sra. AUDRY: —Evidentemente es un mensaje.

MANNONI: —No es necesario que se lo recita.

Sr. MARCHANT: —En general, los mensajes son enviados y recibidos. Pero entre ambas cosas, está el mensaje.

Sra. AUDRY: —Una botella en el mar es un mensaje. Está dirigido, no es necesario que llegue, pero está dirigido.

Sr. MARCHANT: —Es una significación en movimiento.

LACAN: No es una significación, sino un signo en movimiento. Ahora queda por saber qué es un signo.

Sr. MARCHANT: —Algo que se intercambia.

Dr. LECLAIRE: —El mensaje es la palabra objetiva.

LACAN.- ¡De ninguna manera!

Dr. LECLAIRE.- Si bien… llegamos, relativamente, a situar el lenguaje, creo que para nosotros es más difícil, al menos por el momento, situar la palabra…

Sr. MARCHANT:- ¿Es posible además separara palabra y lenguaje cuando se manifiestan?

Voy a contarles un apólogo para tratar de  establecer algunos puntos de referencia:

 

LACAN:- Lo que el apólogo quiere decir que: cada hombre tiene que reconocer una llamada, una vocación que resulta serle revelada, en un mundo de lenguaje. Alguien habló hace un momento de revelación o de fundación, y de eso se trata. Estamos enfrentados a un mundo de lenguaje del cual, de tanto en tanto, tenemos la impresión de que tiene algo de esencialmente neutralizante, incierto.

No hay un solo filósofo de que no haya insistido, con razón, en el hecho de que la posibilidad misma del error está enlazada a la existencia del lenguaje.

Cada sujeto no sólo tiene simplemente que tomar conocimiento del mundo, como si todo transcurriera en un plano de noetización (ver discerniendo o de la conciencia o sabiduría interior) además tiene que situarse en él. Si algo significa el psicoanálisis, es que el sujeto ya está metido en algo que tiene relación con el lenguaje sin serle idéntico, y que tiene que reconocer su sitio en él: el discurso universal.

El discurso universal, concreto, que se desarrolla desde el origen de los tiempos, es lo que fue verdaderamente dicho o más bien realmente dicho; para fijar ideas, podemos parar ahí.

En relación a eso se sitúa el sujeto en su esencia, en eso está inscrito, ya está determinado por eso, con una determinación de un registro muy diferente al de las determinaciones de lo real, los metabolismos materiales que lo han hecho surgir en esa apariencia de existencia que es la vida. Su función, en la medida en que prosigue ese discurso, es situarse en él en su lugar, no únicamente en tanto orador sino en tanto, de aquí en más, enteramente determinado por él.

Señalé muchas veces que desde antes de su nacimiento el sujeto está ya situado, no solamente como emisor sino como átomo del discurso concreto. El sujeto está en la línea de danza de ese discurso, él mismo es, si quieren, un mensaje. Le han escrito un mensaje en la cabeza y él está enteramente situado en la sucesión de los mensajes. Cada una de sus elecciones es una palabra.

LACAN:- Si llamé en mi ayuda al padre Beirnaert fue a causa del in principio erat verbumEn el principio era la palabra- .

Usted dijo una vez que fides era lo que en su opinión mejor traducía la palabra. Es curioso que la traducción religiosa no diga in principio erat fides.

Verbum es el lenguaje, e incluso el vocablo. En el texto griego, logos también es el lenguaje, y no la palabra. Después de eso, Dios hace uso de la palabra: Hágase la luz, dice

LACAN:- Tratemos de examinar más de cerca la forma en que el hombre se interesa, en el sentido de inter-esse, por la palabra.

No hay duda de que sentimos la necesidad de distinguir lo que es mensaje, en el sentido de lo que es signo, signo que se pasea, y la manera en que el hombre entra en el asunto.

Si bien él mismo está integrado en el discurso universal, no lo está sin embargo de la misma forma que los mensajes que se pasean a través del mundo, en botellas o sobre cráneos. Desde el punto de vista de Sirio tal vez pueda haber confusión, pero para nosotros esto no es posible. En todo caso, lo que nos interesa es conocer la diferencia.

Sr. RIGUET:- ¿Puedo permitirme dos o tres cosas… Simplemente quisiera intentar explicar primero, en un par de minutos, lo que los matemáticos entienden por lenguaje…

LACAN:- Lo que me llama la atención en lo que acaba de decir, si he comprendido bien y creo haber comprendido-, es esto: cuando se ejemplifica el fenómeno del lenguaje con algo tan purificado formalmente como los símbolos matemáticos (y también por eso conviene agregar la cibernética al expediente)  cuando se da una notación matemática del verbum (lenguaje), se puede ver del modo más simple del mundo que el lenguaje existe con total independencia de nosotros.

LACAN:- Todo esto puede circular de todo tipo de maneras en la máquina universal, más universal que todo cuanto pueden suponer. Se puede imaginar una multiplicidad indefinida de estratos donde todo eso gira y circula en redondo. El mundo de los signos funciona, y no tiene ningún tipo de significación.

LACAN:- Lo que le da su significación es el momento en que paramos la máquina. Los cortes temporales que en ella hacemos. Si ellos son incorrectos, se verán surgir ambigüedades a veces difíciles de resolver, pero a las que siempre se acabará confiriendo una significación.

LACAN:- … es el elemento temporal, la intervención de una escansión, lo que permite la inserción de aquello que puede tener un sentido para un sujeto.

En definitiva, hay una de los signos en el interior de los cuales existe un mundo de verdad completamente desprovisto de subjetividad, y de que, por otra parte, hay un progreso histórico de la subjetividad manifiestamente orientado hacia el redescubrimiento de la verdad, que está en el orden de los símbolos.

LACAN: -¿Hay alguien que no pesque nada?

MARCHANT.Usted definió el lenguaje, y creo que ésa es la mejor definición, como un mundo de signos a los que somos ajenos.

LACAN. –Aquel lenguaje.

Sr. MARCHANT: -Creo que esto se aplica al lenguaje en general.

LACAN: -Pues no. Porque el lenguaje está completamente cargado de nuestra historia,…

Sr. MARCHANT: -… a mi modo de ver, el lenguaje debe ser mantenido en un nivel casi de indiferenciación. Si se empieza a querer descifrar el sentido de un lenguaje, eso ya no se aplica. Lo único que se puede descifrar es el sentido de una palabra. Puede tener varios, y éste es incluso su papel.

LACAN: -a eso me refiero. Lo que le muestro es que la cuestión del sentido viene con la palabra.

Sr. MARCHANT: -Desde luego. Pero no con el lenguaje. El lenguaje permite que se establezca un sentido y que una palabra se manifieste.

LACAN:- Hay dos cosas. El lenguaje históricamente encarnado, que es el de nuestra comunidad francesa, por ejemplo, y además está ese otro lenguaje. Lo importante es percatarnos de que hay algo que podemos alcanzar en su pureza, donde ya se manifiestan leyes, leyes completamente indescifradas hasta que intervengamos en ellas para ponerles sentido. ¿Qué sentido?

LACAN:- El sentido de algo con lo que tenemos que vérnosla por completo. Es la forma en que nos introducimos en la sucesión temporal. Se trata de saber de qué tiempo se trata.
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Sr. LEFEBVRE-PONTALIS: -No sé si entiendo bien. Tengo la impresión de que entre lenguaje y palabra se hace un corte muy radical que para mí no expresa mucho, porque finalmente, si no hubiera palabra, no habría lenguaje. En el apólogo de hace un momento, me pareció que el lenguaje era por definición ambigüo, y que no se puede decir que es un universo de signos que supone un ciclo cerrado relativamente acabado, en el cual iríamos a buscar tal o cual significación. Ante esta ambigüedad, el que recibe la palabra manifiesta sus preferencias.

LACAN: -Desde que el lenguaje existe -y el problema es precisamente saber cuál es el número mínimo de signos para formar un lenguaje-, es un universo concreto. Todas las significaciones deben encontrar sitio en él. No hay ejemplo de una lengua en la cual haya zonas enteras que sean intraducibles. Todo lo que conocemos como significación siempre está encarnado en un sistema que es universo de lenguaje. Desde que el lenguaje existe, es universo.

Sr. LEFEBVRE-PONTALIS: —Pero podemos invertir exactamente este resultado y decir que el lenguaje más pobre permite comunicarlo todo. Pero eso no quiere decir que todas las significaciones estén ya puestas en un lenguaje.

LACAN: –  Por  eso he distinguido entre el lenguaje y las significaciones. El lenguaje es sistema de signos y, como tal, sistema completo. Con él se lo puede hacer todo.

Sr. LEFEBVRE-PONTALIS: —Siempre y cuando haya sujetos hablantes.

LACAN: -Por supuesto. El problema es saber cuál es allí la función del sujeto hablante.

LACAN: Entonces,… ¿Dónde está la palabra? ¿Dónde está el lenguaje?

El lenguaje lo tenemos en los datos primarios… Son los datos fundamentales del lenguaje, y están totalmente fuera de la realidad. La palabra se introduce a partir del momento en que el sujeto realiza la acción por la cual afirma sencillamente… Claro está que no lo afirma de una manera como se dice lógicamente fundada… El momento simbólico del lenguaje, es  decir, el momento de la afirmación.

LACAN: Hay una tercera dimensión del tiempo… la prisa, vinculo propio del ser humano con el tiempo, con el carro del tiempo, que está ahí, acosándolo por detrás. Ahí se sitúa la palabra, y no se sitúa el lenguaje, el cual, por su parte, dispone de todo el tiempo. Por eso, además, con el lenguaje no se llega a nada.

Dr. LECLAiRE: —En todo esto hay una cosa que me confunde. Antes tradujo usted al comienzo era el lenguaje, es la primera vez que oigo esto. ¿A qué se refiere usted? ¿Así lo traduce?

LACAN:- In principio erat verbum es indiscutiblemente el lenguaje no la palabra.

Dr: -Entonces, no hay comienzo.

LACAN: -No fui yo el que escribió el Evangelio según San Juan.

Dr. LECLAIRE: —Es La primera vez que veo eso. Siempre se escribe la palabra, o el verbo, y nunca el lenguaje.

Dr. LECLAIRE: —No entiendo por qué traduce usted al comienzo y no antes del comienzo.

LACAN: No digo en absoluto que san Juan escribió las cosas correctamente. Les digo que, en San  Juan, está in principio erat verbum, en latín. Pues bien, ya lo vieron cuando traducimos el De significatione, verbum quiere decir vocablo, significante, y no palabra.

Sr. X: —Verbum es la traducción del término hebreo dabar, que quiere decir palabra y no lenguaje.

LACAN: -Tendremos que volver sobre esta cuestión del  hebrero. Mientras no nos pongan una cátedra de teología en la facultad de ciencias nunca saldremos del problema, ni respecto a la teología ni respecto a las ciencias. Pero en este momento la cuestión no es saber si tenemos que poner al comienzo el verbo o la palabra.

Hay un espejismo por donde el lenguaje,… está ahí desde toda la eternidad, independientemente de nosotros. Podrían preguntarme: ¿Dónde? Sería muy complicado para mí decirlo. Pero lo seguro, como decía antes Mannoni, es que en una cierta perspectiva no podemos verlos sino allí desde siempre.

Este es uno de los modos en que se distinguen la teoría platónica y la teoría freudiana. La teoría de Platón es una teoría de la reminiscencia. Todo lo que aprehendemos, todo lo que reconocemos, debió estar ahí desde siempre. ¿Y por qué?

En una oportunidad les mostré la coherencia de esa teoría con el mito fundamental, el de la díada: Platón sólo puede concebir la encarnación de las ideas como una serie de reflejos indefinidos. Todo lo que se produce y es reconocido está en la imagen de la idea.

La imagen existente en sí no es, a su vez, sino imagen de una idea existente en sí, no es más que una imagen con respecto a otra imagen. Sólo hay reminiscencia y, ayer mismo hablamos de esto, la vagina dentada no será además sino una imagen entre las otras imágenes.

Pero cuando hablamos del orden simbólico, hay comienzos absolutos, hay creación. Esto explica que el in principio erat verbum sea ambigüo. No es casual que en griego se llamara logos. En los orígenes, también se lo puede ver en la perspectiva de esa homogeneidad indefinida que hallamos una y otra vez en el dominio de lo imaginario.

Basta que piense en mí: soy eterno. Desde el momento en que pienso en mí, ninguna destrucción de mi es posible. Pero cuando digo yo (je), no solo es posible la destrucción, sino que en todo instante hay creación. Naturalmente, ella no es completa, pero si para nosotros un porvenir es posible, es porque existe esa posibilidad de creación.

Y si tal porvenir no es puramente imaginario, es porque nuestro yo (je) es llevado por todo el discurso anterior… Si se puede hacer algo que tenga un valor estrictamente simbólico es a causa de eso.

Este acto simbólico desencadena una serie de consecuencias simbólicas. Esto hace que haya primacía del porvenir de creación en el registro simbólico, mientras que es asumido por el hombre.

Todo es función de un  pasado en el cual tenemos que reconocer la sucesión de creaciones anteriores. Y aunque no la reconozacamos en el, este pasado está ahí desde siempre.

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