La censura no es la resistencia. Clase 11. Seminario2. Jacques Lacan.

El mensaje como discurso interrumpido, y que insiste.

La Traumdeutung no presenta únicamente la teoría del sueño: en ella encontramos la segunda elaboración hecha por Freud del esquema del aparato psíquico. Con la primera, puso punto final a sus trabajos de neurólogo. La segunda corresponde a su avance por el terreno particular de las neurosis y por lo que llegará a ser el campo propio del análisis.

Se trata, pues, del sueño, pero también, como trasfondo, del síntoma neurótico, cuya estructuración resulta ser la misma: pone en juego la estructura del lenguaje en general y, en particular, la relación del hombre con el lenguaje. Mi comentario va a demostrarlo, atestiguando así que los términos que utilizamos para volver a entender la obra de Freud, están incluidos en ella.

Queremos aplicar a la elaboración del pensamiento de Freud el mismo modo de interpretación que Freud emplea para lo que acontece en el orden psíquico. Queremos ver qué se va revelando en la construcción, realizada ante nuestra vista, de la segunda etapa del aparato psíquico.

Les invito a releer el sueño de Irma…. Reléanlo a propósito para intentar comprender que quiere decir automatismo de repetición, dar un sentido a esta expresión y, para ello, advertir a que duplicidad de relaciones entre lo simbólico y lo imaginario nos vemos llevados.

Lo que en este sueño se despliega de una manera casi inconsciente, es la cuestión de las relaciones de Freud con una serie de imágenes sexuales femeninas, todas ellas combinadas con ese aspecto tensional que tienen sus vínculos conyugales. Pero más llamativo todavía es el carácter esencialmente narcisista de todas esas imágenes femeninas. Son imágenes cautivantes, y todas ellas están en determinada relación narcisista con Freud. Cuando el médico la percute, Irma siente un dolor en el hombro, y Freud señala que él padece de reumatismo en el hombro.

Todo esto dicho siempre de un modo que nos maravilla y nos permite ver más allá de lo que en ese momento el propio Freud era capaz de distinguir. Porque Freud es un observador excepcional, verdaderamente genial. Lo que nos dejó siempre contiene, para orientarnos, más material-como apresuradamente decimos-del que él mismo conceptualizó, caso éste excepcional en la historia de la literatura científica.

El señor Valabrega inicia el comentario de «Psicología de los procesos oníricos», capítulo VII  de La interpretación de los sueños.

Hay dos breves frases que, desde el punto de vista que estamos desarrollando, merecen ser destacadas. En el momento en que Freud vuelve a discutir todas las construcciónes realizadas en los capítulos precedentes en relación con la elaboración del sueño, y que constituyen la armazón de la Traumdeutung, dice repentinamente que a propósito de los sueños cualquier objeción puede ser elevada, incluso la de que a lo mejor el sueño no es más que sueño de un sueño.

Nuestro error consistiría entonces en tratar como un texto sagrado lo que apenas sería improvisación arbitraria, edificada de prisa y en un momento de confusión

Las metáforas en Freud son preciosas. Él trató al sueño como un texto sagrado. Un texto sagrado se interpreta según leyes muy particulares, y todos sabemos que a veces esas interpretaciones sorprenden.

También es preciso conceder a la palabra texto toda su importancia. Aquí nos acercamos realmente a lo que Valabrega trata de mostrarles: en el momento de hablar de proceso…  Freud encara la cuestión del olvido en el sueño.

Pues bien, la degradación, incluso el olvido del texto del sueño importan tan poco, nos dice Freud, que aunque de él no quedara más que un sólo elemento, un elemento del cual se duda, la puntita de un fragmento, la sombra de una sombra, podemos seguir adjudicándole un sentido. Es un mensaje.

Su degradación no es obra del azar, no está ligada a una especie de amortiguación, de borradura, de ahogo del mensaje en el ruido de fondo. El mensaje no se olvida de un modo cualquiera. Devolvamos a esa famosa censura, excesivamente olvidada, toda su frescura y lozanía: una censura es una intención.

La censura es una intención.

Es característico de la argumentación de Freud el invertir la carga de la prueba: «En los elementos que se me objetan, los olvidos y las degradaciones del sueño, sigo viendo un sentido, y hasta veo un sentido más. Cuando interviene el fenómeno del olvido, mayor es mi interés. También en él encuentro una parte del mensaje. Agrego esos fenómenos negativos a la lectura del sentido, les reconozco también la función de mensaje». Freud no se limita a descubrir esta dimensión sino que incluso, tomando partido, la aísla y no quiere tener en cuenta nada más.

Se le objeta que habla de sueños de deseo pero que existen sueños de angustia, sueños de autocastigo. Una de las fases de su respuesta consiste en decir que, por supuesto, hay sueños de angustia, pero lo que funciona para que haya angustia no es nada diferente de lo que provocaría angustia durante la vigilia. A Freud no le interesa la totalidad de lo que hay en el sueño, sino únicamente el elemento semántico, la transmisión de un sentido, una palabra articulada, eso que él llama “pensamientos”, la mente del sueño.

Lo que a Freud le interesa, y en ningún es más evidente que en la 1era parte de este 7mo capitulo, es el mensaje en su esencia, y podemos decir más: el mensaje como mensaje interrumpido, y que insiste. Aquí está lo que nos mantiene tan cerca del problema que ahora nos ocupa: ¿Qué es el más allá del principio del placer? ¿Qué es el automatismo de repetición?

En este texto no se le puede dar a la palabra  pensamientos  un sentido psicológico. Freud lo repite en tres o cuatro pasajes: no nos imaginemos que todas nuestras explicaciones son lo ya conocido en lo psíquico; estos fenómenos pertenecen a un orden muy distinto del orden psicológico.

¿Qué puede ser el recuerdo de algo tan borrado, un recuerdo de un recuerdo? Y, en términos más generales, cuando recordamos un sueño, ¿recordamos en verdad algo a lo que podamos referirnos cual si fuese un pensamiento?; después de todo, no sabemos si no es éste el prototipo de la ilusión de la memoria. Esto no perturba a Freud, no le importa; lo que le ocupa no pertenece al campo de los fenómenos psicológicos.

¿Nos acordamos de un sueño como si fuera un acontecimiento que existió y que podemos situar en alguna parte? La cuestión es literalmente insoluble. Los filósofos siempre se interesaron en ella: ¿por qué la experiencia del dormir no es tan importante, auténtica, como la de la vigilia? Si alguien sueña todas las noches que es una mariposa, ¿es legítimo decir que sueña que es una mariposa? A Freud poco le importa.

Este realismo psicológico, esta búsqueda de una subjetividad esencial no lo retiene. Para Freud, lo importante no es soñar que uno es una mariposa, sino lo que el sueño quiere decir, lo que quiere decirle a alguien. ¿Quién es ese alguien? Todo el problema está ahí.

Una de las dimensione s del deseo del sueño es hacer pasar una cierta palabra. A Freud siempre le basta con poner esto en evidencia para ratificar el hecho de que su teoría se confirma… Por ahora concluimos que Freud sólo queda satisfecho, sólo reencuentra su camino y estima habernos demostrado lo que nos quería demostrar, cuando puede mostrarnos que el deseo principal de un sueño era hacer pasar un mensaje.

Sr.  VALABREGA: Por consiguiente. El olvido del sueño es…  obstáculo.

LACAN: No es… obstáculo, forma parte del texto. La duda, por ejemplo, en su perspectiva, es casi una emphasis (énfasis)

Hay que interpretar el fenómeno de la duda, dice Freud, como una parte del mensaje. Si el sujeto duda, piensan ustedes, es que hay resistencia, pero no hablemos por ahora de resistencia. La duda forma parte del mensaje. Cuando el sujeto les dice que duda, deben considerar que está atrayendo la atención sobre el hecho de que es un elemento particularmente significativo del sueño. La duda es una connotación privilegiada en este famoso texto sagrado, ¿de acuerdo?

La resistencia.

VALABREGA. Si… Pero sin embargo, Freud subraya la palabra resistencia cuando dice: Todo obstáculo a la interpretación proviene de la resistencia…

LACAN: No del todo… Clasificamos todo lo que se opone a la interpretación como una resistencia: es una cuestión de definición… La resistencia sólo adquiere valor en relación del trabajo. De ningún modo se la enfoca desde el ángulo de las propiedades psíquicas del sujeto.

La resistencia existe, desde luego. Sabemos que hay frotamientos imaginarios o psicológicos, que obstaculizan lo que Freud denomina el fluir de los pensamientos inconscientes… La resistencia no es considerada como interna al sujeto, en un plano psicológico, sino únicamente en relación con el trabajo de interpretación.

Sr. VALABREGA: ¿La resistencia es también la censura?

LACAN: No, precisamente no es la censura.

LACAN: No, no es la censura. La censura no se sitúa en el mismo nivel de la resistencia. Ella forma parte del carácter interrumpido del discurso.

En sentido propio, la resistencia del sujeto está ligada al registro del yo, es un efecto del yo… Designa todo aquello que detiene el trabajo analítico, sea psicológico o no, provenga de la realidad o del azar.

La censura no tiene nada que ver con la resistencia, ni en el primer sentido ni –con mucha razón- en el segundo.

Esto trae aparejado el problema de lo que denominamos el superyó.

Les hablé de discurso interrumpido. Pues bien, una de las formas más llamativas del discurso interrumpido es la ley  al tiempo que  incomprendida. Por definición, se supone que nadie ignora la ley, pero ella siempre es incomprendida pues nadie la capta en su totalidad. El hombre primitivo, que está capturado en las leyes del parentesco, la alianza, el intercambio de mujeres, por más sabio que sea nunca tiene una visión total de aquello que lo captura en ese conjunto de la ley. Lo que es censura siempre está ligado a aquello que, en el discurso, se vincula con la ley en al tiempo que incomprendida.

Toda ley, toda ley primordial (que como tal implica la indicación de la pena de muerte), implica al mismo tiempo, por su carácter parcial, la posibilidad fundamental de ser incomprendida.

El hombre está siempre en posición de no comprender nunca por completo la ley, porque ningún  puede dominar en su conjunto la ley del discurso.

El sujeto se ve en la necesidad de tener que eliminar, que extraer del discurso todo aquello que está relacionado con lo que la ley prohíbe decir. Esa prohibición como tal, es sin embargo totalmente incomprendida.

Espero lograr que sientan este último resorte inexplicado, inexplicable, del que se sostiene la existencia de la ley. La cosa dura que encontramos en la experiencia analítica es que hay una ley. Y esto es lo que nunca puede estar completamente logrado.

Tendré que proponer algo ilustrativo:

Conocí a un sujeto cuyo calambre de escritor estaba ligado a algo que su análisis reveló: la ley islámica en la que había sido educado disponía que al ladrón le fuera cortada la mano. Y esto nunca lo pudo tragar. ¿Por qué? Porque a su padre lo habían acusado de ladrón. La niñez del sujeto transcurrió en una especie de profunda suspensión respecto de la ley coránica. Toda su relación con su medio original, el sostén, el orden, los cimientos, las coordenadas fundamentales del mundo quedaron obstruidos, porque había una cosa que él se negaba a comprender: por qué si alguien era ladrón le tenían que cortar la mano. Por esta razón además, y precisamente porque no la comprendía, este sujeto tenía cortada su propia mano.

La censura es eso, mientras que para Freud, en el origen, se produce a nivel del sueño. El superyó es eso, en la medida en que aterroriza efectivamente al sujeto y construye en él síntomas eficaces, elaborados, vividos, continuados, síntomas que se encargan de representar el punto en que la ley no es comprendida por el sujeto, pero sí actuada por él. Los síntomas se ocupan de encarnarla como tal, le dan su aire de misterio.

No se trata de la relación narcisista con el semejante; se trata de la relación del sujeto con la ley en su conjunto, en tanto que nunca puede haber relación con la ley en su conjunto, ya que a la ley nunca se la asume por completo.

Censura y superyó deben ser situados en el mismo registro que la ley. Es el discurso concreto, no sólo en cuanto domina al hombre y hace surgir toda clase de fulguraciones, cualquier cosa, todo lo que sucede, todo lo que el discurso es, sino además en cuanto proporciona al hombre su mundo propio, ese que, con mayor o menor exactitud, llamamos cultural. La censura se sitúa en esta dimensión, y ven ustedes en qué se distingue de la resistencia.

La censura no se halla ni a nivel del sujeto ni a nivel del individuo, sino a nivel del discurso, en la medida en que, como tal, éste forma por sí sólo un universo completo, y al mismo tiempo posee algo irreductiblemente discordante en todas sus partes. Basta una nada, una nimiedad,… para que de pronto la ley se les presente bajo una forma desgarrante. Es eso, la censura, y Freud jamás confunde resistencia  y censura.

Intervenciones durante la exposición del señor Valabrega.

La noción sentada por Fechner en su psicofísica produjo en Freud un verdadero impacto. La psicofísica de Fechner no pertenece en absoluto a la dimensión psicologizante elemental en que la inscribe su vulgarización.

Y (Freud) le manifiesta Fliess, en una carta, que revelación constituyó para él ese pasaje donde Fechner dice que no se puede concebir al sueño sino como situado en otro lugar psíquico, es preciso conceder  a  esta  noción todo su sentido.

Esto es, precisamente, lo que les estoy diciendo: el lugar psíquico en cuestión no es psíquico; es, simplemente, la dimensión simbólica,…

Decir que el sueño se coloca en otro lugar psíquico equivale a decir que no se inscribe simplemente en el paréntesis del dormir. Se sitúa y define en un lugar diferente, gobernado por otras leyes locales: el lugar del intercambio simbólico, que no se confunde, aunque se encarne en ella, con la dimensión espacio-temporal en la que podemos situar la totalidad de los comportamientos humanos. Las leyes estructurales del sueño, como las del lenguaje, se inscriben en otra parte, en otro lugar, lo llamemos o no psíquico.

Sr. VALABREGA: – Pasemos al esquema de las páginas 442-443, cuya particularidad esencial es la de estar orientado como el aparato reflejo. Freud explica que esa orientación proviene de la exigencia de explicar los procesos psíquicos según el modelo de los procesos reflejos.

LACAN: Espere un poco. Como usted hace notar, Freud justifica la introducción de dicha orientación enganchándose, retroactivamente en su aparato reflejo….  Pero de pronto hay que saber reparar en ello Freud introduce la noción de que las cosas se producen en una sucesión determinada e irreversible. La palabra irreversible no aparece aquí, pero queda suficientemente indicada para mi gusto y espero que también el de ustedes por la expresión: serie temporal.

Esto no es todo; en el mismo momento en que introduce la sucesión temporal, Freud se ve llevado, por razones de coherencia interna, conceptual, a hablarnos exactamente de lo contrario, a saber, de esa cosa paradójica que se llamará regresión y que ejercerá una influencia tan dominante en el desarrollo del pensamiento psicoanalítico.

Nosotros que avanzamos por terrenos aún desconocidos, como el de las psicosis, ¿cómo debemos entender la noción de regresión? ¿Qué sentido darle al hecho de que un sujeto haya regresado al estadio oral?

Freud se interna en una serie de antinomias, y la siguiente no es la menor de ellas: cuanto más se vincula al deseo con su raíz biológica, con el impulso biológico, mayor es su tendencia a manifestarse en forma alucinatoria. Reconozcan que hay aquí una paradoja.

Más adelante encontramos, por ejemplo, la fórmula de que el sueño nos revela una suerte de estado primitivo de la humanidad. Es decir que el hombre primitivo, si es cierto que sus medios de subsistencia fueron más escasos que los nuestros, se habría alimentado soñando. Por lo demás, tuvimos que tragarnos muchas otras cosas sobre los primitivos, que tenían un pensamiento prelógico, por ejemplo. No son cosas que debamos creer a pie juntillas.

En síntesis, la explicación del sueño por la regresión lleva a Freud a contradicciones fundamentales en todos los planos, y debe enfrentar tantas objeciones como formas da a dicha regresión.

Le es preciso encontrar una suerte de plano perceptivo primitivo, habla entonces de una regresión tópica; de donde surge la pretendida forma alucinatoria que adquiere, en determinadas condiciones, el deseo. Pero el circuito neuronal no puede seguir más que un sentido, la propagación de la excitación nerviosa nunca es retrógrada. La regresión tópica suscita, pues, muchas dificultades. La regresión temporal, formal, produce igualmente las mayores antinomias.

Esta lectura nos indica el sentido en que tuvo ulteriormente que progresar el pensamiento de Freud. La teoría del yo, por ejemplo, articulada en 1915 a partir de la libido narcisista, resuelve los problemas que las diferentes formas de la regresión plantean en este esquema.

Tal será el objeto de nuestro próximo seminario, dentro de quince días. Adviertan ustedes las limitadas condiciones en que podemos hacer un uso legítimo de los términos resistencia, censura y regresión.

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