Homeostasis e insistencia. Clase 6. Seminario 2 Jacques Lacan

El instinto de muerte. Racionalismo de Freud. Alienación del amo. El psicoanálisis no es humanismo. Freud y la energía. 

Compulsión a la repetición.

Algunos quizá conserven cierta huella mnémica del punto en que los dejé al final de nuestra última reunión, a saber, la compulsión de repetición o más bien por automatismo de repetición.

Lo que ya entonces definió Freud como principio del placer es un principio de constancia. Hay otro principio, que sume a nuestros teóricos analistas en la mayor perplejidad, el principio de Nirvana.

Nos preguntamos por qué de pronto habría llamado principios de Nirvana al Más allá del principio de placer.

Al comienzo del Más allá, Freud nos representa los dos sistemas, y nos muestra que lo que es placer en uno se traduce por aflicción en el otro, e inversamente. Pues bien, si hubiera simetría, reciprocidad, perfecto acoplamiento de los dos sistemas, Si los procesos primario y secundario fueran cabalmente la inversa el uno del otro, se fundirían en uno y bastaría con operar sobre uno de ellos para operar simultáneamente sobre el otro. Al operar sobre el yo y la resistencia, al mismo tiempo se tocaría el fondo del problema. Freud escribe precisamente Más allá del principio del placer para explicar que no es posible quedarse ahí.

En efecto, la manifestación del proceso primario a nivel del yo, bajo la forma del síntoma, se traduce por un displacer, un sufrimiento, y, sin embargo, siempre vuelve. Sólo este hecho debe retenernos. ¿Por qué se manifiesta el sistema reprimido con lo que la vez pasada califiqué de insistencia? Si el sistema nervioso está destinado a alcanzar una posición de equilibrio, ¿por qué no lo consigue? Expresadas así, estas cosas son la evidencia misma.

Pero, justamente, Freud era un hombre que una vez que había visto algo -y sabía ver-, antes que nadie no dejaba escapar su contundencia. Y esto le da a su obra el valor prodigioso que tiene. Claro está que cuando hacía un descubrimiento, de inmediato se veía éste sometido al trabajo de roedor que siempre se produce en torno a cualquier especie de novedad especulativa, y que tiende a llevarlo todo de nuevo a la rutina.

Vean la primera gran noción original que aportó en el plano puramente teórico, la libido, y el relieve, el carácter irreductible que le confiere cuando dice: la libido es sexual. Hoy en día, para hacernos entender, deberíamos decir que la aportación de Freud consistió en que el motor esencial del progreso humano, el motor de lo patético, de lo conflictivo, de lo fecundo, de lo creador en la vida humana, es la lujuria. Y ya al cabo de diez años ahí estaba Jung, explicando que la libido eran los intereses psíquicos. No, la libido es la libido sexual. Cuando hablo de la libido, hablo de la libido sexual.

Lo que todo el mundo reconoce como viraje decisivo en la técnica del análisis, el centrado en la resistencia, tenía fundamento y mostró ser fecundo, pero dio lugar a una confusión teórica: al operar sobre el yo, se creyó estar operando sobre una de las dos mitades del aparato. En ese preciso momento, Freud recuerda que el inconsciente como tal no puede ser alcanzado, y que se hace oír de una manera paradójica, dolorosa, irreductible al principio del placer. Vuelve a poner así en primer plano la esencia de su descubrimiento, que se tiende a olvidar.

¿Han leído Más allá del principio del placer? Si uno de ustedes consiente en comunicarnos lo que leyó en ese texto, le doy la palabra.

MANNONI: — Quisiera pedir una aclaración sobre un punto que me deja algo confundido. Cuando se lee a Freud, parecería que mantiene dos aspectos de la compulsión de repetición. En uno se trata de reiniciar un esfuerzo quebrado para procurar que resulte exitoso: esto aparece como una protección contra el peligro, contra el trauma. En el otro, parece volverse a una posición más confortable, porque se ha errado la posición que, en una perspectiva evolucionista, es posterior. No encontré que estas dos posiciones finalmente concuerden, o al menos tal concordancia se me ha escapado, y es ésta una dificultad que me confunde.

Como observaba Lefebvre-Pontalis, el empleo del término compulsión de repetición presenta una ambigüedad. Hay dos registros que se combinan, se entrelazan, una tendencia restitutiva y una tendencia repetitiva, y no diré que entre ambos el pensamiento de Freud oscile, porque no hay pensamiento menos oscilante que el suyo, pero uno tiene la sensación de que su búsqueda vuelve sobre sí misma. Parecería que cada vez que llega demasiado lejos en el otro sentido, se detuviera para decir: ¿no es, simplemente, la tendencia restitutiva? Pero una y otra vez comprueba que con esto no alcanza, y que tras la manifestación de la tendencia restitutiva queda algo que a nivel de la psicología individual se presenta gratuito, paradójico, enigmático y que es propiamente repetitivo.

LACAN: En efecto, según la hipótesis del principio del placer, el conjunto del sistema debe volver siempre a su estado inicial, operar en forma homeostática, como actualmente se dice. ¿Cómo se entiende la existencia de algo que no entra, cualquiera sea la punta por donde se lo tome, en el movimiento, en el marco del principio del placer? Una y otra vez intenta Freud hacer entrar en este marco los fenómenos que observa, y cada vez la experiencia le obliga a salir de él. Los hechos más paradójicos son los más instructivos. Y finalmente, es el hecho masivo de la reproducción en la transferencia lo que le impone la decisión de admitir como tal la compulsión de repetición.

MANNONI: Mi pregunta tendía a aclarar este punto: ¿la compulsión de repetición en el segundo sentido, lo obligaba a modificar la primera concepción, o están superpuestas como distintas? No he entendido bien si esto le hacía volver sobre la idea de que había una restitución pura y simple, o si, por el contrario, él añadía a la restitución pura y simple ahora una compulsión…

LACAN: Precisamente por eso se orienta directamente a la función del instinto de muerte. Ahí, sale de los límites del esquema.

Sr. HYPPOLITE:-¿Por qué lo llama instinto de muerte?… Uno tiene la impresión de algo terriblemente enigmático, de que Freud cita fenómenos heterogéneos que, simplemente, no entran dentro del marco del esquema. ¿Qué relación hay entre el término instinto de muerte y los fenómenos más allá del principio del placer? ¿Por qué llamarlo instinto de muerte? Esto súbitamente abre perspectivas, algunas de las cuales resultan bastante extrañas, como el retorno a la materia.

Sr. HYPPOLITE: – Una vez que lo llamó instinto de muerte, esto le conduce al mismo tiempo a descubrir otros fenómenos, a abrir perspectivas que no estaban implicadas en aquello que le impulsó a bautizarlo instinto de muerte.

LACAN: Es exacto.

Da la impresión de que Freud obedece a lo que denomino su pequeña idea. Hay algo que lo trabaja. Y al final, él mismo reconoce el carácter extraordinariamente especulativo de todo su desarrollo.

Sr. HYPPOLITE:-Tenemos la impresión de que, según él, los dos instintos, el de vida y el de muerte, en el inconsciente se funden en uno solo, pero que lo grave es cuando las componentes se separan. Hay aquí algo muy bello, muy llamativo, raro,  que se aparta de las normas ordinarias,  exactamente como un niño que abraza y araña al mismo tiempo; además, lo dice explícitamente.

Es cierto, en lo que llaman amor humano hay una parte de agresividad sin la cual no habría más que impotencia, pero que puede llegar hasta dar muerte al partenaire, y una parte de libido, que desembocaría en una impotencia efectiva si no existiera la parte de agresividad. Si ambas partes funcionan juntas, tenemos el amor humano. Pero cuando la cosa se descompone, cuando uno de los componentes funciona solo, entonces aparece el instinto de muerte.

LACAN: Esto se encuentra a nivel de lo que podemos llamar lo inmediato, se da en la experiencia psicológica del individuo… Pero lo que a Freud le interesa es saber con qué hilos se la dirige. De esto habla cuando habla de instinto de muerte o de instinto de vida.

Lo cual me retrotrae al problema que creí tener que plantearles después de nuestro encuentro de ayer: ¿el psicoanálisis, es un humanismo? Es la misma cuestión que planteo cuando pregunto si el autonomous ego sigue la dirección del descubrimiento freudiano.

El problema de saber cuál es la parte de autonomía que hay en el hombre existió siempre, y es preocupación de todos. ¿Qué nos aporta Freud al respecto? ¿Es una revolución, sí o no? Y al mismo tiempo se presenta la tercera cuestión que formulé ayer: ¿qué hay de nuevo, si los ponemos en el mismo registro, de Hegel a Freud?

HYPPOLITE: Hay mucho.

LACAN: No le responderé precisamente hoy de una manera completa, pues es preciso dar algunos pasos y tal vez recorrer un largo camino. Sólo intentaré situar primero a mi manera el sentido de lo que hace un momento llamé la pequeña, o grande, idea de Freud, en el momento en que está ahí, oscilando, dando vueltas alrededor de la función del instinto de muerte.

Es llamativo que los científicos de laboratorio sigan manteniendo el espejismo de que es el individuo, el sujeto humano -¿y por qué razón él entre todos los demás-, el verdaderamente autónomo… Pues bien, a eso vuelve en este momento el pensamiento analítico entero, con escasas excepciones.

Se nos habla de ego autónomo, de parte sana del yo, de yo al que se debe reforzar, de yo que no es lo bastante fuerte para que uno puede apoyarse encima y hacer un análisis, de yo que debe ser el aliado del analista, el aliado del yo del analista, etc. Ven ustedes a estos dos yo, dándose el brazo, el yo del analista y el del sujeto, este último subordinado en realidad al otro en la supuesta alianza.

De esta asociación,  la experiencia no nos ofrece ni el más mínimo esbozo, ya que lo que sucede es exactamente lo contrario: es a nivel del yo donde se producen todas las resistencias. Realmente nos preguntamos de dónde podrían partir si no fuera del yo.

Es preciso ver bien hasta dónde se extiende el problema. Se extiende hasta la pregunta: ¿el psicoanálisis, es un humanismo?, que pone en cuestión una de las premisas fundamentales del pensamiento clásico, desde una cierta fecha del pensamiento griego. El hombre, se nos dice, es la medida de todas las cosas. ¿Pero dónde está su propia medida? ¿La tiene acaso en él mismo?

Sr. HYPPOLITE: Es verdad, Freud llega hasta la luz, aunque esa luz, la más total, deba ser antitética.

LACAN: Su antítesis-llamémosla así-es justamente el instinto de muerte. Es un paso decisivo en la aprehensión de la realidad, una realidad que supera ampliamente lo que así denominamos en el principio de realidad. El instinto de muerte no es una confesión de impotencia, no es la detención ante un irreductible, un inefable último. El instinto de muerte es un concepto.

Trataremos ahora de dar algunos pasos para alcanzarlo.

LACAN: La máquina encarna la actividad simbólica más radical en el hombre, y era necesaria para que las preguntas se planteasen (puede ser que en medio de todo esto no lo noten) en el nivel en que nosotros las planteamos.

En Freud se habla de una cosa de la que en Hegel no se habla: la energía. He aquí la preocupación capital, la preocupación dominante

La energía… es una noción que no puede aparecer sino a partir del momento en que hay actividad simbólica…

Los seres  vivos se mantienen solos, dicho de otro modo, que representan organismos auto- regulados.

La energía,… es una noción que no puede aparecer sino a partir del momento en que hay maquinas…

Los seres vivos se mantienen solos, dicho de otro modo, que representan homeostatos.

A partir de aquí, podemos ver, que se empieza la despuntar la biología moderna, que tiene la característica de no recurrir jamás a noción alguna concerniente a la vida. El pensamiento vitalista es ajeno a la biología. En la biología moderna ya no se cree en un “principio vital”.  (Todos los organismos requieren energía: entre las leyes de la física que se corresponden con la biología, están las leyes de la termodinámica. Establecen simplemente que: La energía puede cambiar de una forma a otra pero no puede ser creada o destruida, o sea, la energía total del Universo permanece constante.)

El fundador de la biología moderna, Bichat… sabía que se había entrado en un nuevo periodo, y que de ahí en más la vida iba a definirse en relación con la muerte… Los biólogos creen que se consagran al estudio de la vida. No vemos por qué. Hasta nueva orden, sus conceptos fundamentales corresponden a un origen que no tiene nada que hacer con el fenómeno de la vida, el cual sigue siendo en esencia completamente impenetrable.

El fenómeno de la vida sigue escapándosenos, hagamos lo que hagamos, y a pesar de las reiteradas reafirmaciones de que nos acercamos a él cada vez más. Los conceptos biológicos le resultan totalmente inadecuados, lo cual no impide que conserven todo su valor.

Tomemos la biología, como un pensamiento que consiste en afirmar lo contrario de lo que se quiere decir. La biología freudiana no tiene nada que ver con la biología. Se trata de una manipulación de símbolos con miras a resolver cuestiones energéticas, como lo demuestra la referencia homeostática, que permite caracterizar  como tal no sólo al ser vivo, sino también el funcionamiento de sus aparatos principales.

En torno a esta pregunta gira toda la discusión de Freud: energéticamente, el psiquismo, ¿Qué es? Ahí reside la originalidad de lo que en él llaman pensamiento biológico.  Freud no era biólogo, no más que ninguno de nosotros, pero puso el acento sobre la función energética a todo lo largo de su obra.

Si sabemos revelar el sentido de este mito energético, veremos aparecer algo que desde el origen y sin que se lo comprenda, estaba implicado en la metáfora del cuerpo humano como máquina. Vemos ahí manifestarse cierto más allá de la referencia interhumana, que es propiamente el más allá simbólico.

Freud partió de una concepción del sistema nervioso… De ahí partió, porque entonces era una necesidad que se imponía al espíritu de todo médico de ese período científico, que se ocupara del cuerpo humano. Y éste siempre tiende a volver a un punto de equilibrio.

Freud trató de edificar sobre esa base una teoría del funcionamiento del sistema nervioso, mostrando que el cerebro opera como órgano-amortiguador entre el hombre y la realidad, como órgano de homeostato.

Y entonces tropieza, choca con el sueño. Se percata de que el cerebro es una máquina de soñar. Y en la máquina de soñar reencontró lo que estaba ahí desde siempre y no se lo había visto, a saber, que es en el nivel de lo más orgánico y lo más simple, de lo más inmediato y lo menos manejable, en el nivel de lo más inconsciente, donde el sentido y la palabra se revelan y desarrollan en su integridad.

De ahí la revolución completa de su pensamiento y el paso a la Traumdeutung. Se dice que Freud abandona una perspectiva fisiologizante por una perspectiva psicologizante. No se trata de eso. Freud descubre el funcionamiento del símbolo como tal, la manifestación del símbolo en estado dialéctico, en estado semántico, en sus desplazamientos, juegos de palabras, bromas que funcionan por su cuenta en la máquina de soñar. Tiene que tomar partido sobre este descubrimiento, aceptarlo o desconocerlo, como hicieron todos los otros que también se le acercaron.

Es un hito tan decisivo que no supo en absoluto lo que le pasaba. Fue menester que recorriera aún veinte años de una existencia,…  para poder volver sobre sus premisas y tratar de descubrir qué quiere decir eso en el plano energético…. Esto fue lo que le impuso la nueva elaboración del más allá del principio del placer y del instinto de muerte.

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