Psicología y Metapsicología. Clase 1. Seminario 2. Jacques Lacan

Verdad y saber. El yo (je) no es el yo, el sujeto no es el individuo. La crisis de 1920.

Metapsicología -Yo. ello, y Super Yo-

Definir la naturaleza del yo lleva muy lejos. Pues bien, vamos a partir de este muy lejos para volver hacia el centro, lo cual nos conducirá de nuevo muy lejos.

Nuestra mira de este año es el Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. Pero no sólo en esta teoría y en esta técnica tiene el yo un sentido, y eso complica el problema.

La noción del yo fue elaborada al correr de los siglos tanto por aquellos a los que llaman filósofos,… como por la conciencia común. Vale decir que hay cierta concepción preanalítica del yo -llamémosla así por convención, para orientarnos-  que ejerce su atracción sobre aquello radicalmente nuevo que en lo concerniente a esta función introdujo la teoría de Freud.

Las nuevas perspectivas abiertas por Freud estaban llamadas a abolir las precedentes. Sin embargo,…  algo se produjo en el manejo de los términos teóricos, y reapareció una noción del yo absolutamente distinta de la que implica el equilibrio del conjunto de la teoría de Freud, y que, por el contrario, tiende a la reabsorción,… del saber analítico en la psicología general, que en este caso significa psicología preanalítica.

Y, al mismo tiempo, puesto que teoría y práctica no son separables, la relación analítica, la dirección de la práctica, vieron cambiar su orientación. La historia actual de la técnica psicoanalítica lo demuestra.

El hombre contemporáneo cultiva cierta idea de sí mismo, idea que se sitúa en un nivel semi-ingenuo, semi-elaborado. Su creencia de estar constituido de tal o cual modo participa de un registro de nociones difusas, culturalmente admitidas… Puede este hombre imaginar que ella surgió de una inclinación natural, cuando de hecho, en el estado actual de la civilización, le es enseñada por doquier.

Mi tesis es que la  técnica de Freud, en su origen, trasciende esta ilusión, ilusión que ejerce concretamente una influencia decisiva en la subjetividad de los individuos. El problema entonces es saber si el psicoanálisis se dejará llevar poco a poco a abandonar lo que por un momento fue vislumbrado o si, por el contrario, manifestará otra vez, dándole nueva vida, su relieve.

(He destacado en otra ocasión), que el saber al cual se anuda la verdad debe estar dotado, sin duda, de una inercia propia, que le hace perder algo de la virtud a partir de la cual comenzó a depositarse como tal, ya que muestra una evidente propensión a desconocer su propio sentido. No hay sitio donde esta degradación sea más evidente que en el psicoanálisis, y por sí sólo este hecho revela la posición de encrucijada que el psicoanálisis ocupa realmente en un cierto progreso de la subjetividad humana.

Esta singular ambigüedad del saber y la verdad se ve desde el origen, aunque nunca se esté por completo en el origen. (Los filósofos antiguos Platon, Socrates ya habían inaugurado algunas nociones del yo) Nos parece entonces que Socrates y sus interlocutores  (poseían)  como nosotros, una noción implícita de esta función central; que el yo debía de ejercer en ellos una función análoga a la que ocupa en nuestras reflexiones teóricas…Nos es muy difícil pensar que toda esta psicología no es eterna.

Descartes expuso en “El Discurso del Método las leyes y los procesos de la razón clara. Su pienso, luego soy es absolutamente fundamental en lo tocante a la subjetividad… También es verdad, en efecto, que la conciencia es transparente a sí misma, y se aprehende como tal, resulta evidente que el yo (je) no por ello le es transparente. …La aprehensión de un objeto por la conciencia no le entrega al mismo sus propiedades. Lo mismo sucede con el yo (je)

Si este yo (je) nos es ofrecido como una suerte de dato inmediato en el acto de reflexión en que la conciencia se aprehende transparente a sí misma, nada indica que la totalidad de esa realidad…   quede con ello agotada.

Las consideraciones de los filósofos nos llevaron a una noción del yo cada vez más puramente formal y, para decirlo todo, a una crítica de dicha función. El progreso del pensamiento se desvió, cuando menos provisionalmente, de la idea de que el yo fuese sustancia, como de un mito que debe ser sometido a una estricta crítica científica… Locke, con Kante incluso con los psicofísicas…Ellos consideraron con el mayor recelo la función del yo, en la medida en que ésta perpetua de manera más o menos implícita el sustancialismo implicado en la noción religiosa del alma, en la línea de sustancia revestida, por lo menos, con las propiedades de la inmortalidad.

Había algo que tenía que estar en el centro,… Probablemente no se trataba de algo hecho como el yo, que comienza en una época que podemos situar hacia mediados del siglo XVI, comienzos del XVII. Pero estaba en el centro, en la base. En relación con esta concepción, el descubrimiento freudiano tiene exactamente el mismo sentido de descentramiento que aporta el descubrimiento de Copérnico. Lo expresa muy bien la fulgurante fórmula de Rimbaud los poetas, que no saben lo que dicen, sin embargo siempre dicen, como es sabido, las cosas antes que los demás: -yo es otro-

No se dejen impresionar por esto, no se pongan a propagar por doquier que yo es otro; créanme, no surte ningún efecto. Y además, no quiere decir nada. Porque primero hay que saber qué quiere decir otro. Otro: no babeen con este término… ¿Qué quiere decir usted con eso, el otro? ¿Su semejante, su prójimo, si ideal del yo (je)… Todo eso, son otros.

El inconsciente escapa por completo al círculo de certidumbres mediante las cuales el hombre se reconoce como yo. Es fuera de este campo donde existe algo que posee todo el derecho a expresarse por yo (je), y que demuestra este derecho en la circunstancia de ver la luz expresándose a título de yo (je). Lo que en el análisis viene a formularse como, hablando con propiedad, el yo (je), es precisamente lo más desconocido por el campo del yo.

Tal es el registro donde lo que Freud nos enseña sobre el inconsciente puede cobrar su alcance y su relieve. El hecho de haberlo expresado llamándolo inconsciente lo arrastra a verdaderas contradicciónes, lo lleva a hablar de pensamientos él mismo lo dice,  -permítaseme la expresión-  por lo que se disculpa todo el tiempo—, pensamientos inconscientes.

Freud nos aporta lo siguiente: las elaboraciones del sujeto en cuestión de ningún modo son situables sobre un eje donde, a medida que fueran más elevadas, se confundirían cada vez más con la inteligencia, la excelencia, la perfección del individuo. Freud nos dice: el sujeto no es su inteligencia, no está sobre el mismo eje, es excéntrico.

El sujeto como tal, funcionando en tanto que sujeto, es otra cosa y no un organismo que se adapta. Es otra cosa, y para quien sabe oírla, toda su conducta habla desde otra parte, no desde ese eje que podemos captar cuando lo consideramos como función en un individuo…

Por ahora nos atendremos a esta metáfora tópica: el sujeto está descentrado con respecto al individuo. Yo es otro quiere decir eso.

Igualmente en época de Descartes, un espíritu frívolo aficionado: Francisco La Roche foucould hizo hincapié en que hasta nuestras actividades  aparentemente más desinteresadas se hacen por afán de gloria, incluso el amor-pasión o el más secreto ejercicio de la virtud.

¿Qué dijo, exactamente?… ¿Dijo que lo hacíamos por nuestro placer? Cuestión ésta muy importante porque en Freud todo va a girar alrededor de ella.

Era así desde Sócrates: el placer es la búsqueda del propio bien. Aunque se crea otra cosa, se persigue el propio bien, se busca el propio bien. E problema está en saber… (Si se) es lo bastante inteligente para captar su verdadero bien: sí comprende dónde está ese bien, obtiene el placer que de él resulta.

Pero La Rochefoucould pone otra cosa de relieve: que al ambarcarnos en acciones consideradas como desinteresadas, nos  figuramos liberarnos del placer inmediato y buscar un bien de orden superior, pero nos engañamos. Esto es lo nuevo. No se trata de una teoría general como la de que el egoísmo engloba todas las funciones humanas. Esto ya lo dice la teoría física del amor en santo Tomas: el sujeto, en el amor, busca su propio bien.

Lo escandaloso en La Roche foucould no es que considere el amor propio como el fundamento de todos comportamientos humanos, sino que es engañoso, inauténtico.

Hay un hedonismo propio del yo, y es esto precisamente lo que nos embarca, es decir nos frustra a la vez de nuestro placer inmediato y de las satisfacciones que  podríamos extraer de nuestra superioridad con respecto a dicho placer. Separación de plano, relieve por primera vez introducido y que comienza a abrirnos, por obra de una cierta doble visión, a algo que se mostrará como una separación de plano real.

La verdad freudiana viene a decirnos… están ustedes entrampados, no cabe duda, pero la verdad está en otra parte. Y Freud nos dice dónde.

¿A qué hemos llegado hoy? A una disonancia  teórica, a una impresionante revolución de posición. ¿Y por qué? Antes que nada, porque la obra metapsicológica de Freud posterior a 1920 fue leída de través, interpretada en forma delirante por la primera y la segunda generación después de Freud; esos ineptos.

¿Por qué decidió Freud introducir estas nuevas nociones metapsicológicas, denominadas tópicas, que se llaman yo, superyó y ello? En la experiencia iniciada tras su descubrimiento se produjo un viraje, una crisis concreta. En una palabra, el nuevo yo (je), con el que se tenía que dialogar, al cabo de cierto tiempo se negó a responder.

Esta crisis se muestra claramente expresada en los testigos históricos de los años 1910 a 1920. En la época de las primeras revelaciones analíticas, los sujetos se curaban de forma más o menos milagrosa, lo cual nos resulta también perceptible cuando leemos las observaciones de Freud, con sus interpretaciones fulgurantes y las explicaciones de nunca acabar. Pues bien: es un hecho que esto funcionó cada vez menos, que se fue debilitando con el correr del tiempo. Lo cual hace pensar que hay alguna realidad en lo que les estoy explicando, esto es, en la existencia de la subjetividad como tal, y sus modificaciones en el transcurso del tiempo según una causalidad, una dialéctica propia que va de subjetividad a subjetividad…En esas unidades convencionales que llamamos subjetividades en razón de particularidades individuales, ¿qué sucede, qué se cierra, qué resiste?

Fue precisamente en 1920, es decir, justo después del viraje del que acabo de hablarles la crisis de la técnica analítica— cuando Freud decidió introducir sus nuevas nociones metapsicológicas. Y si se lee con atención lo que escribió a partir de 1920, se advierte que hay un estrecho lazo entre esa crisis de la técnica que había que superar y la fabricación de estas nuevas nociones…

Lo que Freud introdujo a partir de 1920 son las nociones suplementarias entonces necesarias para mantener el principio del descentramiento del sujeto. Pero lejos de habérselo comprendido como debía, hubo una avalancha general, verdadera liberación de colegiales: ¡Ah, el buen yo, otra vez con nosotros! ¡Qué alivio, volvemos a los caminos de la psicología general!…  ¿Cómo no volver a ellos con regocijo cuando esta psicología general no sólo es asunto de escuela o de comodidad mental, sino realmente la psicología de todo el mundo? Fue una alegría poder creer nuevamente que el yo es central. Y, como su más reciente manifestación, tenemos las geniales elucubraciones que en este momento nos llegan de ultramar.

El señor Hartmann, querubín del psicoanálisis, nos anuncia la gran nueva, después de la cual podremos dormir tranquilos: la existencia del ego autónomo. A este ego que desde el inicio del descubrimiento freudiano siempre fue considerado conflictivo, que incluso cuando se lo situó como una función vinculada a la realidad nunca dejó de ser tenido por algo que, al igual que ésta, se conquista en un drama, a ese ego de pronto nos lo restituyen como un dato central. ¿Qué necesidad interior satisface el hecho de decir que en alguna parte tiene que haber un autonomous ego?

¿Por qué reintroducir la realidad trascendente del autonomus ego? Bien mirado, se trata de autonomous egos más o menos iguales según los individuos. Volvemos aquí a una entificación conforme a la cual no sólo los individuos en cuanto tales existen sino que además algunos existen más que otros. Esto contamina, más o menos implícitamente, las llamadas nociones del yo fuerte y el yo débil, que son otros tantos modos de eludir los problemas planteados tanto por la comprensión de las neurosis como por el manejo de la técnica.

Todo esto lo veremos en el momento y lugar oportunos.

La metapsicología freudiana no comienza en 1920. Está enteramente presente al principio, vean lo que se recopiló sobre los comienzos del pensamiento de Freud, las cartas a Fliess y los escritos metapsicológicos de este período, y continúa al final de la Traumdeutung. Está lo bastante presente entre 1910 y 1920… A partir de 1920, se entra en lo que podemos llamar el último período metapsicológico. En cuanto a este período, Más allá del principio del placer es el texto primero, el trabajo-pivote. Es el más difícil. No resolveremos de entrada todos sus enigmas.

Pero así fue: Freud lo aportó primero, antes de elaborar su tópica. Y si para abordarlo se espera hasta haber profundizado, haber creído profundizar, en los trabajos del período que sigue, será imposible no cometer los más grandes errores. Así es como la mayoría de los analistas, en lo que respecta al famoso instinto de muerte, se dan por vencidos.

Desearía que alguien de buena voluntad, Lefebvre-Pontalis por ejemplo, hiciera una primera lectura de Más allá del principio del placer.

 

Esta entrada fue publicada en Seminario 2 y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario