La resistencia y las defensas. Clase 3. Seminario 1

Jacques Lacan and Sigmund Freud

Un testimonio de Annie Reich. De ego a ego. Realidad y fantasma del trauma. Historia, vivido, revivido.

“Implícitamente se le reprochó a Freud su autoritarismo como supuesto inaugural de su método. Es paradójico. Si algo hace la originalidad del tratamiento analítico es justamente el haber percibido, desde su origen y de entrada, la relación problemática del sujeto consigo mismo.” –Lacan.

El hallazgo propiamente dicho, el descubrimiento del psicoanálisis… consiste en haber puesto esta relación en conjunción con el sentido de los síntomas.

El rechazo de este sentido es lo que le plantea al sujeto un problema. Este sentido no debe serle revelado, debe ser asumido por él. Por eso el psicoanálisis es una técnica que respeta a la persona humana… no sólo la respeta, sino que no puede funcionar sino respetándola.

Sería entonces paradójico en primer plano la idea de que la técnica tiene como objetivo forzar la resistencia del sujeto. Esto no quiere decir que el problema no se plantee en absoluto.

El caso de Annie Reich.

Según Lacan, un artículo de Annie Reich, ilustra, como el ego del terapeuta interviene, llegando a un error la praxis del análisis, o a un acierto en la demostración de una práctica que parte desde el ego.

El contexto de este artículo esta tomado, dentro del ámbito de la escuela inglesa, y del uso de la técnica en ella. “Ustedes saben que se llega a afirmar que todo el análisis deben desarrollase “aquí y ahora”. Todo transcurriría en un forcejeo con las intenciones del sujeto, aquí y ahora, en la sesión.”

Para Annie Reich, nada tiene importancia salvo el reconocimiento por parte del sujeto, en el aquí y ahora, de las intenciones de su discurso. Y sus intenciones sólo tienen valor en su alcance del aquí y ahora, en la interlocución presente.

El sujeto puede relatar sus encontronazos con el tendero o con el peluquero, pero en realidad lo hace para insultar y molestar a quien se dirige, es decir al analista.

La intervención de Annie Reich

El analizado fue invitado a dar una disertación en la radio sobre un tema que interesa profundamente a la analista; son cosas que pasan. Sucede que esta intervención radiofónica se realizó algunos días después de la muerte de la madre del analizado.

Ahora bien, todo indica que la susodicha madre juega un papel extremadamente importante en las fijaciones del paciente. A pesar de estar sumamente afectado por este duelo, sigue cumpliendo con sus obligaciones de modo particularmente brillante.

Llega a la sesión siguiente en un estado de estupor rayano con la confusión. No sólo no se le puede sacar nada, sino que lo que dice sorprende por su incoordinación. La analista temerariamente interpreta: “usted está en este estado porque piensa que estoy muy resentida por el éxito que acaba de obtener el otro día en la radio, hablando de ese tema que como usted sabe, me interesa en primer término a mí.”  ¡Nada menos!

Tras esta interpretación-choque que no dejo de producir cierto efecto, el sujeto se recobró instantáneamente, el sujeto necesito por lo menos un año para restablecerse.

El hecho de que el sujeto salga de su estado brumoso tras una intervención del analista, no prueba en absoluto que la misma fuese eficaz en el sentido estrictamente terapéutico, estructurante de la palabra, es decir que ella fuese en el análisis verdadera.

Annie Reich devolvió al sujeto el sentido de la unidad de su yo. Este sale bruscamente de la confusión en que estaba diciéndose: “He aquí alguien que me recuerda que en efecto somos todos lobos entre lobos y que estamos vivos”. Entonces recomienza, arranca; el efecto es instantáneo.

Es imposible en la experiencia analítica considerar el cambio de estilo del sujeto como prueba de la justeza de una interpretación. Considero que lo que prueba la justeza de una interpretación es que el sujeto traiga un material que la confirme. Y aún esto debe ser matizado.

La interpretación de Lacan

“En efecto, una intervención radiofónica es un modo muy particular de palabra pues está dirigida por un locutor invisible a una masa invisible de oyentes. Puede decirse que, en la imaginación del locutor, la palabra no se dirige forzosamente a quienes le escuchan sino más bien a todos, tanto a los vivos como a los muertos.

 El sujeto estaba allí en una relación conflictual: podía lamentar que su madre no pudiese ser testigo de su éxito, pero a la vez, quizás, en el discurso que dirigía a sus invisibles oyentes, algo estaba a ella destinado.

Sea como fuere, el carácter de la actitud del sujeto está claramente invertido, pseudo-maníaco, y su estrecha relación con la pérdida reciente de su madre, objeto privilegiado de sus lazos de amor, constituye manifiestamente el motor del estado crítico en que había llegado a la sesión siguiente, después de su hazaña, después de haber llevado a cabo de modo brillante, a pesar de las circunstancias desfavorables, lo que se había comprometido a hacer.”

Que el sujeto haya experimentado los sentimientos que le imputaba la analista, no sólo podemos admitirlo, sino que es incluso por demás probable.

Que la analista se guiara por ellos en la interpretación que hizo no es algo, en sí, peligroso.

Que… el analista, haya experimentado incluso sentimientos de celos, tenerlo en cuenta de modo oportuno, para guiarse por ellos cual una aguja indicadora más, es asunto suyo.

Nunca dijimos que el analista jamás debe experimentar sentimientos frente a su paciente. Pero debe saber, no sólo no ceder a ellos, ponerlos en su lugar, sino usarlos adecuadamente en su técnica.

En este caso, es porque el analista creyó su obligación buscar primero en el “aquí y ahora” la razón de la actitud del paciente, que la encontró allí donde, sin duda alguna, algo efectivamente existía en el campo intersubjetivo entre los dos personajes.

Lo grave es que se haya creído autorizada por una determinada técnica a usarlo de entrada y de modo directo.

¿Qué opone a Lacan, a esto?

El analista se cree aquí autorizado a hacer lo que llamaría una interpretación de ego a ego, o de igual a igual, una interpretación cuyo fundamento y mecanismos en nada pueden distinguirse de la proyección.

Lacan puntualiza: “Cuando digo proyección, no hablo de proyección errónea. Entiendan bien lo que les estoy explicando. Hay una fórmula que, antes de ser analista, yo había colocado —usando mis escasos dones psicológicos— en la base de la pequeña brújula que utilizaba para evaluar ciertas situaciones. Me decía gustosamente: Los sentimientos son siempre recíprocos. A pesar de las apariencias, esto es absolutamente verdadero. Desde el momento en que se pone a dos sujetos en el mismo campo —digo dos, no tres— los sentimientos son siempre recíprocos.”

Es por ello que la analista tenía buenas razones para pensar que, ya que ella tenía esos sentimientos, los sentimientos correspondientes podían ser evocados en el otro. La prueba está en que el otro los aceptó perfectamente.

El sujeto tenía buenas razones para aceptar la interpretación de Annie Reich sencillamente porque, en una relación tan íntima como la que existe entre analizado y analista, él estaba lo suficientemente al tanto de los sentimientos de la analista como para ser inducido a algo simétrico.

Lacan observa que: “La cuestión es saber si esta manera de comprender el análisis de las defensas no nos conduce a una técnica que engendra casi obligatoriamente cierto tipo de error….Hay interpretaciones que son tan justas y verdaderas, tan obligatoriamente justas y verdaderas, que no se puede afirmar si responden o no a una verdad. De todos modos serán verificadas.”

“Conviene abstenerse de esta interpretación de la defensa que llamo de ego a ego, fuera cual fuese su eventual valor. En las interpretaciones de la defensa es necesario siempre al menos un tercer término.”

De hecho, hacen falta más, espero poder demostrárselo. Por hoy me limito a plantear el problema. 

Algunas indicaciones:

Es tarde. Por ello no podemos adelantar tanto como hubiera querido en el problema de las relaciones entre la resistencia y las defensas.  Sin embargo, quisiera en este sentido darles algunas indicaciones.

En la “Interpretación de los sueños”  capitulo VII, encontramos allí una frase decisiva, en función del análisis, de la noción de la resistencia.

Todo lo que destruye/suspende/altera/la continuación del trabajo, no se trata allí de síntomas sino del trabajo analítico…Todo aquello que destruye el progreso de la labor analítica es una resistencia. Hay que partir de textos como estos, meditarlos un poco, tamizarlos y ver entonces que surge.

En suma, ¿de qué se trata? Se trata de la prosecución del tratamiento, del trabajo….Freud no dijo de la curación. No, se trata del trabajo….Ahora bien, este trabajo…es evidentemente la revelación del inconsciente. Esto permite evocar ciertos problemas, en particular uno:

¿De dónde proviene la resistencia?

Primero.- Hemos visto que no hay en los “Studien” ningún texto que permita considerara que, en esencia ella provenga del yo,
Segundo.- Nada en la “Traumdentung” indica tampoco que ella provenga del proceso secundario.
Tercero.-  En 1915, año en el que Freud publica “La represión” (Die Verdrangung)… la resistencia verdaderamente, es concebida como algo que se produce del lado de lo consciente, pero cuya identidad se regula esencialmente por su distancia respecto a lo reprimido.  Por lo tanto, es allí aun visible el vínculo de la resistencia con el contenido del inconsciente mismo.

Hasta una época posterior a la de este artículo, que forma parte del periodo intermedio de Freud, esto se conserva así.

¿Qué es lo fue originalmente reprimido?

Hasta este periodo calificado de intermedio. Es, una vez más y como siempre, el pasado. Un pasado que debe ser restituido, y acerca del cual no puede sino evocar, una vez más, su ambigüedad y los problemas que suscita en lo atinente a su definición, su naturaleza y su función.

Hablando del pasado. Lacan observa, que en este mismo periodo, -alrededor del 1915,- periodo al que llama intermedio,  donde, Freud, en el “Hombre de los lobos” se pregunta:

¿Qué es el trauma?

Freud se da cuenta que el trauma es una noción sumamente ambigua, ya que, de acuerdo con la evidencia clínica, su dimensión fantásmatica es infinitamente más importante que su dimensión del acontecimiento.

El acontecimiento entonces pasa a un segundo plano en el orden de las referencias subjetivas. En cambio, la fecha del trauma sigue siendo, para él, un problema que conviene conservar.

¿Quién sabrá jamás lo que vio? El Hombre de los lobos, pero la haya visto o no, solo puede haberlo visto en una fecha precisa, no puede haberlo visto ni siquiera un año después… Lacan afirmaría: “No creo traicionar el pensamiento de Freud –basta saber leerlo pues está escrito con todas las letras- diciendo que sólo la perspectiva de la historia y el reconocimiento permite definir lo que cuenta para el sujeto.”

El análisis piensa una historia

El centro de gravedad del sujeto es esta síntesis presente del pasado que llamamos historia. En ella confiamos cuando se trata de hacer avanzar el trabajo.

El análisis en sus orígenes la supone, piensa una historia., no cabe demostrar que, a su fin, ella es refutada. A decir verdad, si no es así, no vemos en absoluto cuál es la novedad que el psicoanálisis ha aportado.”

Esta es primera fase. ¿Basta acaso?

No desde luego que no basta. La resistencia del sujeto sin duda se ejerce en ese plano, pero se manifiesta de una manera curiosa que vale la plena explorar, y a través de cosas plenamente particulares.

Hay un caso en el que Freud conocía toda la historia —la madre se la había contado—. Entonces se la comunica al sujeto, diciéndole: He aquí lo que sucedió, he aquí lo que le hicieron. En cada oportunidad la paciente, la histérica, respondía con una pequeña crisis de histeria, reproducción de la crisis característica. Escuchaba y respondía con su forma de respuesta, que era su síntoma. Lo cual plantea ciertos problemitas, entre ellos el siguiente: ¿es ésta una resistencia? Es una pregunta que, por hoy, abro.

Quisiera finalizar con la siguiente observación

Freud, al final de “Los estudios sobre la histeria”, define el nódulo patógeno como aquello que se busca, pero que el discurso rechaza, que el discurso huye. La resistencia es esa desviación  que adquiere el discurso cuando se aproxima a este nódulo. Por lo tanto, sólo podremos resolver la cuestión de la resistencia profundizando cuál es el sentido de este discurso. Ya lo hemos dicho, es un discurso histórico.

No olvidemos lo que era la técnica analítica en sus comienzos: una técnica hipnótica. En el hipnotismo, el sujeto sostiene este discurso histórico. Incluso lo sostiene de un modo particularmente sorprendente, dramatizado, lo cual implica la presencia del oyente. Una vez salido de la hipnosis, el paciente ya no recuerda su discurso. ¿Por qué es ésta la puerta de entrada a la técnica psicoanalítica? Porque la reviviscencia del trauma se muestra aquí, en sí misma, inmediatamente, aunque no de modo permanente, terapéutica.

Se revela que un discurso así sostenido, por alguien que puede decir yo (moi), concierne al sujeto.

Esta entrada fue publicada en Seminario 1 y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario