Introducción al seminario. Escritos técnicos de Freud. Clase 1 Seminario 1

El seminario. Confusión en el análisis. La historia no es el pasado. teorías del ego.

Los Escritos técnicos de Freud, consiste en cierto número de escritos de Freud, comprendidos entre 1904 y 1919, cuyo contenido, indicaban que trataban del método psicoanalítico.

El motivo de los mismos era alertar al practicante inexperto, quien querría dedicarse al análisis y evitar ciertas confusiones respecto a la práctica del método.

Gradualmente van apareciendo nociones fundamentales para comprender la acción terapéutica analítica, la noción de resistencia, transferencia, el modo de acción e intervención en la transferencia, e incluso, hasta cierto punto, el papel esencial de la neurosis de transferencia.

Freud nunca dejó de hablar de técnica. Desde “Estudios sobre la histeria”, se ve ya una larga exposición del descubrimiento de la técnica. Esto es lo que les da su valor. Por allí se habría de empezar si quiere hacerse de una exposición completa y sistemática de la técnica…Incluso en la “Interpretación de los sueños” se trata todo el tiempo, constantemente de técnica. No hay obra alguna –aparte de los temas mitológicos, culturales- donde Freud no aporte algo sobre la técnica. Aun el artículo “Análisis terminable e interminable” aparecido hacia 1934, no deja de aportar conceptos importantes sobre técnica,

Estos Escritos técnicos de Freud, son de tal frescura y vivacidad, que nada tienen que envidiar a otros escritos de Freud…Su personalidad se revela aquí a veces de modo tan directo que es imposible dejar de encontrarla…La simplicidad y la franqueza del estilo son ya, por si mismos, una especie de lección.

La formalización de las reglas técnicas, es tratada así en estos escritos con una libertad que por sí sola es enseñanza suficiente, y que brinda ya en una primera lectura su fruto y recompensa. Nada más saludable y liberador.

Aparecen quizás en segundo plano, pero que son no obstante constantes: El carácter doliente de su personalidad, su sentimiento de la necesidad de autoridad; acompañado en él de cierta depreciación fundamental de lo que puede esperar, quien tiene algo que transmitir o enseñar, de quienes lo escuchan y siguen. En muchos sitios aparece cierta desconfianza profunda respecto al modo en que se aplican y comprenden las cosas. Incluso, se puede ver, que se encuentra en él una depreciación muy particular de la materia humana que le ofrece el mundo contemporáneo. Esto, seguro, es lo que nos permite vislumbrar porqué Freud ejerció concretamente el peso de su autoridad para asegurar, así creía él, el porvenir del análisis.

Lacan se interroga acerca, si se han tomado consciencia, de cierta confusión, conque los distintos practicantes, piensan, expresan, y conciben su técnica. “Les informo que, actualmente, entre quienes son analistas y piensan (lo que ya restringe el circulo) no hay quizás ni uno que, en el fondo, esté de acuerdo con sus contemporáneos o vecinos respecto a lo que hacen, a lo que apuntan, a lo que obtienen, y a lo que está en juego en el análisis.”

Solo gracias al lenguaje freudiano se mantiene un intercambio entre practicantes que tienen concepciones manifiestamente muy diferentes de su acción terapéutica, y aún más, acerca de la forma general de esa relación interhumana que se llama psicoanálisis”

Elaborar la noción entre analista y analizado, ha sido el compromiso de las doctrinas modernas, las que han intentado encontrar una base adecuada a la experiencia concreta. Por ejemplo: M. Balint, la denomina: “Two bodies psychology”. En torno a esta fórmula pueden reagruparse fácilmente todos los estudios sobre la relación de objeto, la importancia de la contratransferencia y cierto número de términos conexos, entre ellos en primer lugar el fantasma. La inter-reacción imaginaria entre analizado y analista es entonces algo que deberemos tener en cuenta.

¿Pero, basta afirmar que se trata de una relación entre dos individuos? Podemos percibir aquí el callejón sin salida hacia el cual se ven empujadas actualmente las teorías de la técnica.

Es interesante promover una investigación de este tipo siempre y cuando se acentue adecuadamente la originalidad de lo que está en juego respecto a la “One body’s psychology”

Se debe comprender que, sin que intervenga un tercer elemento, no existe “two bodies psychology”. Si se toma la “palabra” tal como se debe, como perspectiva central, la experiencia analítica debe formularse en una relación de tres, y no de dos.

Al evocar “Escritos técnicos” veremos a los mismos centrados alrededor de la noción de que la reconstitución completa de la historia del sujeto es el elemento esencial, constitutivo, estructural, del progreso analítico. Este es el punto de partida de Freud.

Para él siempre se trata de la aprehensión de un caso singular. En ello radica el valor de cada uno de sus cinco grandes psicoanálisis…El progreso de Freud, su descubrimiento, está en su manera de estudiar un caso en su singularidad.

¿Qué quiere decir estudiarlo en su singularidad?

Quiere decir que esencialmente, para él, el interés, la esencia, el fundamento, la dimensión propia del análisis, es la reintegración por parte del sujeto de su historia hasta sus últimos límites sensibles, es decir hasta una dimensión que supera ampliamente los límites individuales.

La historia no es el pasado. La historia es el pasado historizado en el presente, historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasado.

El camino de la restitución de la historia del sujeto adquiere la forma de una búsqueda de restitución del pasado. Esta restitución debe considerarse como el blanco hacia el que apuntan las vías de la técnica…la restitución del pasado ocupó hasta el fin, un primer plano en sus preocupaciones.

Freud coloca siempre, una y otra vez, el acento sobre la restitución del pasado, aun cuando, con la noción de las tres instancias -verán que también podemos decir cuatro- da al punto de vista estructural un desarrollo considerable, favoreciendo así cierta orientación que, cada vez más, centra la relación analítica en el presente, en la sesión en su actualidad misma, entre las cuatro paredes del análisis.

Para sostener lo que estoy diciendo, me basta evocar un artículo que publicaba en 1934, “Construcciones en análisis”, en el que Freud trata, una y otra vez, la reconstrucción de la historia del sujeto. No encontramos ejemplo más característico de la persistencia de este punto de vista de una punta a otra de la obra de Freud. Hay allí una insistencia última en este tema pivote.

Que el sujeto reviva, rememore, en el sentido intuitivo de la palabra, los acontecimientos formadores de su existencia, no es en sí tan importante. Lo que cuenta es lo que reconstruye de ellos.

En la concepción misma de Freud, arribamos a la idea de que se trata de la lectura, de la traducción calificada, experimentada, del criptograma que representa lo que el sujeto posee actualmente en su conciencia  ¿qué diré?, ¿de él mismo? No solamente de él mismo de él mismo y de todo, es decir del conjunto de su sistema.

La restitución de la integridad del sujeto se presenta como una restauración del pasado. Sin embargo, el acento cae cada vez más sobre la faceta dereconstrucción que sobre la faceta de reviviscencia en el sentido que suele llamarse afectivo. En los textos de Freud encontramos la indicación formal de que lo exactamente revivido- que el sujeto recuerde algo como siendo verdaderamente suyo, como habiendo sido verdaderamente vivido, que comunica con él, que él adopta- no es lo esencial. Lo esencial es la reconstrucción, término que Freud emplea hasta el fin.

Diré, finalmente, de qué se trata, se trata menos de recordar que de reescribir la historia.

¿Cómo la práctica instituida por Freud ha llegado a transformarse en un manejo de la relación analista-analizado en el sentido que acabo de comunicarles?

Esta transformación es consecuencia del modo en que fueron acogidas, adoptadas, manejadas, las nociones que Freud introdujo en el período inmediatamente ulterior al de los Escritos Técnicos, a saber las tres instancias. Entre las tres, es el ego la primera en cobrar importancia. Todo el desarrollo de la técnica analítica gira, desde entonces, en torno a la concepción del ego, es allí donde radica la causa de todas las dificultades planteadas por la elaboración teórica de este desarrollo práctico.

Sin duda alguna hay una gran distancia entre lo que efectivamente hacemos en esa especie de antro donde un enfermo nos habla y donde, de vez en cuando, le hablamos, y la elaboración teórica que de ello hacemos.

La técnica no vale, no puede valer sino en la medida en que comprendemos dónde está  la cuestión fundamental para el analista que la adopta. Pues bien, señalemos en primer término, que escuchamos hablar del ego como si fuera un aliado del analista, y no solamente un aliado, sino como si fuese la única fuente de conocimiento. Suele escribirse que sólo conocemos el ego. Anna Freud, Fenichel, casi todos los que han escrito sobre análisis a partir de 1920, repiten: No nos dirigimos sino al yo, no tenemos comunicación sino con el yo y todo debe pasar por el yo.

Por el contrario, desde otro ángulo, todo el progreso de esta psicología del yo puede resumirse en los siguientes términos: el yo está estructurado exactamente como un síntoma. No es más que un síntoma privilegiado en el interior del sujeto. Es el síntoma humano por excelencia, la enfermedad mental del hombre.

Podemos destacar la profunda ambigüedad de la concepción que los analistas se hacen del ego; ego sería todo aquello a lo que se accede, aunque, por otra parte, no sea sino una especie de escollo, un acto falido, un lapsus.

Otto Fenichel habla del ego como todo el mundo, y siente necesidad de afirmar que desempeña este papel esencial: ser la función mediante la cual el sujeto aprende el sentido de las palabras.

¿Qué es el ego? Aquello en lo que el sujeto está capturado.

Lacan encara el mito psicoanalítico, no tanto para criticarlo, sino más bien, a medir la amplitud de la realidad con la que se enfrenta, y a la cual brinda una respuesta mítica. Más urgente cuando se trata de técnica.

Hay que distinguir los actos y comportamientos del sujeto, de lo que viene a decirnos en la sesión. Igualmente hemos de considerar nuestros comportamientos por estar tan próximos al paciente.

Nuestra teoría de nuestra técnica, aunque no coincida exactamente con lo que hacenos, no por ello deja de estructurar, de motivar, la más trivial de nuestras intervenciones sobre los denominados pacientes.

He aquí lo grave. Porque efectivamente nos permitimos  – nos permitimos las cosas sin saberlo, tal como el análisis lo ha revelado- hacer intervenir nuestro ego en el análisis.

Puesto que se sostiene que se trata de obtener una re-adaptación del paciente  a lo real, sería preciso saber si es el ego del analista el que da la medida de lo real.

Con toda seguridad, aunque tengamos una cierta concepción del ego, no basta para que nuestro ego entre en juego. Cierto modo de concebir la función del ego en el análisis no deja de tener relación con cierta práctica del análisis que podemos calificar de nefasta.

¿Acaso la totalidad del sistema del mundo de cada uno de nosotros, -ego- es algo que efectivamente debe servir, si o no, como medida en el análisis.

Creo haber abierto suficientemente la cuestión, como para que vean, ahora, el interés de lo que podemos hacer juntos.

 

Esta entrada fue publicada en Seminario 1 y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario